viernes, 29 de julio de 2011

Imperio Romano. Vidas de los Césares Desde Julio Cesar, hasta Domiciano.

Imperio Romano.
Vidas de los Césares
Desde Julio Cesar, hasta Domiciano.


               Estudio Preliminar y comentarios:
1ra Parte:

               Suetonio tuvo el privilegio, como muchos otros a no ser olvidados, no así con Aristófanes y de Mandro padre de escritos antiguos desaparecidos. Ciertamente, de las numerosas que fueron las grandes enseñanzas, ellas perecieron y solo nos ha quedado algún fragmento que recogiera un autor posterior o simplemente noticia que guarda algún cuidadoso comentarista, ­pero por fortuna nos ha llegado casi completa aquella que mas hizo por su fama: “La Vida de los doce Césares”, colección de biografías de los emperadores romanos del primer siglo del Imperio Romano. Gracias a ella, el gran escritor y el biógrafo “Suetonio” ha llegado a ser uno de los clásicos mas leídos y uno de los autores mas citados. Muchos lectores llenaron su curiosidad acerca de la Roma Imperial, reliquia duradera del pasado que el hombre de Occidente no puede olvidar, sin olvidarse de si mismo. Y más que las severas páginas de Tácito, la vida de Suetonio sigue aproximándose al lector con su aire acre o dulce de humanidad, y conformando -con sus meritos y sus defectos- una arraigada visión del Imperio.

               Para que su lectura sea agradable y provechosa, pueden despertar ciertas dudas y no temores. Es preciso leerlo, pero se debe estar preparado para cosas comentadas por el de escenas escalofriantes de esas vidas de los doce Césares y el Imperio Romano, en si. Teniendo en cuenta cuales son las fuentes de información que poseemos para conocer la historia del imperio romano, debemos convenir en que “las vidas” de Suetonio, constituyen una gran fuente de noticias de inapreciable valor: Solo por el sabemos muchas cosas que sería una pérdida ignorar. Pero para beber en esta fuente con provecho es imprescindible conocer el cuadro general en el que deben insertarse sus noticias, porque es fácil, de lo contrario, encontrar pronta satisfacción a la curiosidad con una imagen que solo refleja una faz de la poliédrica realidad del imperio.

               Este estudio preliminar quiere proporcionar al lector que no se sienta familiarizado con la historia romana, algunos elementos útiles para comprender la obra de Suetonio y la vida de la sociedad que él refleja. Para ello es imprescindible, ante todo, poseer una visión clara de conjunto de la época en que transcurrieron las vidas de los personajes de Suetonio; pero no basta con eso, también es menester lograr una imagen precisa de la época inmediata, aquella en que Suetonio escribe, porque con sus supuestas juzga e interpreta el autor; y finalmente, es imprescindible conocer la singular fisonomía intelectual del propio Suetonio y estar prevenido sobre sus características de historiador y de biógrafo.

               Es seguro que con estos recaudos el lector apreciará con claridad y hondura el alcance de la interpretación que hace, Suetonio de sus personajes y obtendrá, a través de el, una visión más justa de la realidad romana del primer siglo del imperio.
              
La época de estos Césares (Julio Cesar hasta Domiciano).

               El conjunto de las biografías que componen la obra de Suetonio muestra al lector la época que transcurre desde el desencadenamiento de la crisis en que sucumbió la republica romana hasta fines del siglo I D.C. y del imperio. En tan largo plazo la fisonomía de Roma se transformó profundamente y su historia recorrió algunas etapas decisivas: la crisis republicana, el advenimiento del principado, la época de la dinastía Julio-Claudia, la convulsión de los años 68 y 69, y, finalmente, el alzamiento del despotismo militar con la dinastía de los Flavios. Y sobre el cuadro de estas mutaciones históricas, que corresponden a graves procesos que se desarrollan en el seno de la vida romana, se mueven las figuras de los Césares con perfiles más o menos acusados, cumpliendo en el desenvolvimiento de la acción histórica papeles de mayor o menor alcurnia.

               Cuando termino la segunda guerra Púnica, en 202 A. de J.C., se inicio en la historia romana una etapa de transformación radical. Casi un siglo antes, la anexión de las ciudades griegas del sur de Italia había convertido a Roma en potencia marítima, posición en la que se había fortalecido mediante su triunfo en la primera guerra Púnica (264-241 D.C.). Poco después debió afrontar  el grave riesgo en que la puso la invasión de Aníbal y tras larga y sostenida lucha, había logrado tornar favorablemente el resultado de la guerra gracias a la feliz campaña de Escipión el africano, triunfador en la batalla de Zama (202 A.C.): fue este triunfo, precisamente, el que motivó ciertas transformaciones en la vida de Roma, destinadas a tener largas proyecciones.

               En efecto, si por la orientación de su política exterior quedo en evidencia que, Roma aceptaba su posición de mediterránea y que estaba dispuesta a llevarla hasta sus ultimas consecuencias, no fue menos claro que la adopción de esa política debía traer consigo alteraciones de trascendencia en el ritmo de su vida interna. Las circunstancias favorecieron el rápido florecimiento de las actividades económicas y muy pronto se advirtió, como consecuencia, una dislocación de la tradicional ordenación social debido a la aparición de grandes fortunas que contrastaban con la creciente pauperización de las grandes masas.

               “Seguimos explicando por que ese florecimiento de riquezas”:
               Ya en el siglo II A.C. Hizo su aparición el latifundio explotado por brazos serviles y comenzó a decrecer, poco a poco, la pequeña propiedad y el numero de los colonos libres que la trabajaban. Con estos antiguos colonos libres, ahora sin posibilidades en los campos, se engrosó la masa del proletariado urbano, multitud amorfa en la que palidecen las viejas virtudes ciudadanas (casi desaparece) y se enervaban las calidades del soldado, en otro tiempo esforzado hasta el sacrificio; su concentración en las ciudades respondía a la esperanza de encontrar en ellas nuevas posibilidades de vida, y así su esfuerzo se volcó en las nuevas actividades comerciales, industriales y marítimas.

               Con estas transformaciones económicas y sociales se incubaban difíciles problemas que desembocarían, antes de mucho tiempo, en las violencias de la guerra civil. Un partido de opinión, heterogéneo e inorgánico pero de inconfundibles tendencias, comenzaba a constituirse con esos nuevos elementos sociales que quedaban desgajados del antiguo orden y sin firme arraigo todavía en el nuevo; su fuerza consistía en el crecido número de sus miembros, en su creciente irresponsabilidad cívica y en la periódica actualización de sus exigencias perentorias. A su frente comenzaron a aparecer políticos de tendencia reformista o revolucionaria que unieron sus intenciones filantrópicas y seducientas a sus ambiciones personales; los nutrían algunas innegables tradiciones romanas, pero mas aun los ideales del socialismo griego, difundido entonces por el mundo romano a cuyo calor forjaban los temas de su propaganda y las consignas que ofrecían a sus partidarios; pero después que la conquista los puso en contacto con el mundo Helenístico comenzó también a influir en su animo el espectáculo de un poder menos constreñido que el que ofrecía a los magistrados el rígido mecanismo institucional de Roma: el de los autócratas Helenísticos, a quienes comenzaron a envidiar. Los mandos militares en las provincias sometidas al mando, para los que se empezó a prescindir de las limitaciones legales, fueron una escuela para el ejercicio del poder discrecional y esta circunstancia, unida a la mas estrecha dependencia de los soldados con respecto a sus jefes, que estableció al prolongarse las campañas y al comenzar a reclutar los legionarios entre  los desposeídos, creo un nuevo tipo de política al que estaba reservado apurar las etapas de la crisis de la republica. El jefe de partido con mando militar, apoyado en sus tropas, fue, en efecto, el arbitro de la situación y de el lo esperaban todo los que nada podían esperar del funcionamiento regular de las instituciones.

               Así empezó, en la segunda mitad del siglo II A.C., una crisis profunda de toda la estructura romana, en la que era posible ver que elementos desaparecían aun cuando no se divisaran con claridad los caracteres de la renovación que se preparaba. El tribunado de Tiberio Graco en el año 133 A.C., señala el desencadenamiento de la lucha entre los intereses económicos y sociales en pugna, y los frecuentes enemigos se acusan ya con nitidez cuando su hermano lo reemplaza en el comando revolucionario, diez años después. La Nobilitas que detentaba el poder, temía que el desarrollo de la política imperialista le arrancara de las manos el monopolio del estado, y trató por todos los medios de contener los primeros ensayos de quebrar su autoridad, hechos por las fuerzas que habían nacido como consecuencia de aquella. La política imperialista – que había ofrecido a la Nobilitas pingües ganancias – era, en efecto, la que había llevado al primer plano de la vida política al proletariado urbano, numeroso y empobrecido, y a los caudillos militares, ambiciosos y audaces.

               A largo plazo, el triunfo no podía ser dudoso para estos nuevos elementos sociales y políticos que reflejaban la nueva realidad de la vida romana; pero entre tanto, los que veían escaparse de sus manos los antiguos privilegios procuraban defenderlos y no vacilaron en llegar a los últimos extremos de violencia; por ella sucumbieron Tiberio y Cayo Graco, símbolos del primer esfuerzo constructivo a favor de una nueva ordenación de la vida romana, compatible con las nuevas circunstancias y las viejas tradiciones.

               Pero la llama renovadora no se apagó al ser abatidos los portadores de la antorcha. Al contrario la recogieron Mario y Saturnino, y brilló otra vez, con mayor o menor pureza; volvió a arder en las manos apasionadas de Catalina y la recogió por fin Julio César, hombre mas experto piloto de tempestades, mas cauto y al mismo tiempo mas audaz, bajo cuya custodia incendio los últimos reductos del tiempo ido y alumbro el despertar de una existencia renovadora.

               Con Julio César la republica recibe el golpe de muerte que la amenazaba desde largo tiempo.
               Julio César solucionó varios problemas; propuso una nueva realidad social y económica, también jurídicas para reformar un estado lleno de privilegios, así mueren las pretensiones de algunas personas de hacer renacer la republica. Sin embargo, pese a su esfuerzo gigantesco, el asesinato de César en el año 44 A.C. volvió el problema al punto de partida; pero volvió a hacerse un milagro romano para sustituir a Julio César, no menos astuto y hábil, cuya paleta, de tonos pálidos contrastaba con la vigorosa de César, pero poseía que él, cierto sentido de las extraordinarias obras de ingeniería arquitectónica. ¿Quién fue ese? Fue Augusto. Suetonio, admiraba a este personaje.

               Con Augusto aparece una nueva organización política: tal como la diseña Augusto, deja en pie la armazón republicana, pero con cambios; introduce en el, el principio del poder autocrático, disimulado tras las excepciones que se confieren al jefe absoluto de las fuerzas militares para el ejercicio simultaneo de otras magistraturas, sin las antiguas limitaciones de la analidad y la colegialidad.

               El régimen del principado nacía del prestigio militar y político de Augusto, supo ejercer con parsimonia su gobierno. Con Augusto nace una edad de oro para Roma, sacudida mucho tiempo por la contienda política y civil, la paz augusta se esparció por el Imperio y entonces florecieron Virgilio y Horacio, dando testimonio del esplendor de la vida espiritual. El régimen autocrático ya estaba fundado y solo se necesitaba que alguno de sus sucesores quisiera seguir la obra de Augusto, para que surgiera la plena luz.

               Los sucesores inmediatos de Augusto, fue precisamente lo que hicieron: la familia Julio-Claudia dio a Roma cuatro emperadores más: Tiberio (41-54) y Nerón (54-68). Si Tiberio mantuvo la orientación política de su ilustre antecesor durante los primeros tiempos de su principado, pero en su última época y después de la conjuración de Sejano (31), empezó a ejecutar su poder omnímodo (que lo abraza y comprende todo), sin restricciones ni trabas.

               Su violencia rompió pronto todos los diques del derecho y bien pronto se advirtió que no existía ya como poner freno legal que detuviese los excesos del príncipe.

               Murió Tiberio y so sucedió Calígula; pero los excesos no se contuvieron y su recuerdo hizo temblar a los romanos mucho tiempo después de muerto; parecían estar presentes ante sus ojos las inspiraciones de su bisabuelo Marco Antonio, que como César, soñaba con el ejercicio del poder autocrático a la manera oriental y se había dejado arrastrar, junto a Cleopatra, por los desordenes de la monarquía divinizada. Y cuando Claudio sucedió a Calígula, sus mujeres y sus libertos para si el poder omnímodo que el César no se atrevía a ejercer. Poco después Nerón con furia colmaba la medida, y conducía a Roma por los senderos de la más refinada crueldad hasta amenazar a sus conciudadanos y a Roma con la destrucción y el aniquilamiento físico.

               Así quedo al descubierto la verdadera estructura política del principado cuya moderación dependía solamente de la voluntad del príncipe y de su graciosa sujeción (secuestro de todos los poderes) a los antiguos principios jurídicos. Pero cuando Nerón fue emperador quedaron al descubierto las inauditas crueldades, lo que dio motivo a la indignación colectiva. Las sabias enseñanzas de Seneca a Nerón en su juventud, fueron en vano; y su inclinación a la vocación de citarista y poeta, fueron un fracaso.

               Las crueldades del César (Nerón) amenazaban con la destrucción total y los espíritus se agitaron contra el. Así se descubrió hasta punto que el régimen del principado había destruido todos los soportes de la vida política, como la ciudadanía carecía de instrumentos legales para hacerse presente en las situaciones difíciles y como la realidad era que solo quedaba en pie la fuerza militar.

               Este era, en ultima instancia, el principio esencial del régimen del principado; constituía una estructura apoyada en el poder militar y no se apoyaba sino en el, de modo que solo el mantenía la posibilidad de actuar si las circunstancias exigían la acción. Así se desencadeno la terrible crisis de los años 68 y 69, que Suetonio refleja en sus biografías de Galba, Otón y Vitelio, y en la de Vespasiano, luego.

               Cuando la ciudadanía siente la ausencia de toda posibilidad de acción, los jefes de los distintos ejércitos del Imperio, por el contrario, descubren que tienen a su disposición el instrumento político eficaz para apoderarse del poder; todo dependía del apoyo que los ejércitos quisieran prestar a sus jefes y, de inverso modo, de las concesiones que los jefes estuvieran dispuestos a hacer para seducir a sus ejércitos.

               Luego triunfó en la sangrienta puja Vespasiano, el jefe de los ejércitos de Oriente. Vespasiano quiso hallar, una vez dueño del poder, la manera de contener la siniestra violencia que amenazaba al Imperio restableció en lineamiento jurídico del principado, tal como lo proyectara Augusto.

               Así transcurrió la época que Suetonio refleja en su obra los Césares; desde Julio César hasta Domiciano, la aventura personal de sus personajes se desliza sobre el intenso drama del Imperio y no siempre permite su trama que el conjunto de la escena adquiriera el relieve necesario; pero esa aventura personal proporciona abundantes datos de intenso valor humano para vivificar los esquemas políticos, y, así, la lucha entre los abstractos principios de la vieja tradición romana y de la nueva sensibilidad helenística adquiere, a través de Suetonio, una viviente realidad.

               Fin de esta introducción y continuaremos luego con Suetonio.

                              Lcdo. Lino Segundo, Araujo Ferrer.
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miércoles, 20 de julio de 2011

Estudio sobre la carta de San Pablo Apostol a los Romanos.

INTRODUCCIÓN
A LA CARTA A LOS ROMANOS DE SAN PABLO

¿CÓMO Y PORQUE PABLO ESCRIBIÓ A LOS ROMANOS?
La carta a los romanos, contrariamente de cuánto se ha dicho por mucho tiempo, es un texto pastoral, como todas las cartas de Pablo. Nació de su pasión por la evangelización entre los gentiles. Eso lo podemos sentir en Romanos 15, 16, donde él afirma: De ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo”. Pablo afirma ser “ministro de Cristo Jesús” con una “función sagrada”, es decir, la evangelización entre los gentiles.

Pablo siente necesidad de presentarse a los cristianos de Roma, pues no fue él quien fundó esa comunidad. Hasta hoy no sabemos cómo surgió ni quién le dio inicio.

Si Pablo no es el fundador, ¿por qué escribió aquella que es la más extensa de todas sus cartas? La respuesta está en la pasión por la evangelización entre los gentiles.

Haciendo una síntesis de los años que evangelizó en el Oriente Medio, Asia era parte de Europa (“desde Jerusalén y su comarca hasta Iliria, 15, 19), constata que “ahora ya no teniendo campo de acción en esas regiones” (15,23a). ¿Por qué? Porque tiene el deber de anunciar a Cristo donde aún no se ha oído hablar de Él. No obstante, Pablo planea ir más allá, pasando por la comunidad de Roma: Y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros, cuando me dirija a España, espero veros al pasar, y ser encaminado por vosotros hacia allá después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía (15, 23b-24).

Este es el motivo principal que lo llevó a escribir a los romanos. Como se puede comprobar, la preocupación de fondo es la evangelización.

Pablo dictó la carta al transcriptor tercio, quien aprovechó la oportunidad para mandar saludos a los romanos, señal de que los conocía (16, 22). La unanimidad de los estudios sobre los romanos afirma que ella habría sido escrita en Corinto, durante los tres meses que Pablo permaneció allí (Hch 20, 2-3), es decir, la Carta a los romanos fue escrita hacia el final del año 56 y comienzos del 57, cuando Pablo estaba regresando de su tercer viaje misionero.

¿Quién fue la persona que llevo la carta a Roma?
Muy probablemente una mujer, Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas. En 16, 1-2 Pablo recomienda que los romanos la acojan bien y que le den toda la ayuda que necesite, pues ella ayudó a muchas personas, inclusive al mismo Pablo. La expresión “denle toda la ayuda que ella necesite” (16, 2b) hace suponer que Pablo habría confiado una misión especial a Febe. Es por eso que algunos estudiosos afirman que, además de portadora de la carta, ella había sido encargada de preparar el viaje de Pablo a España. Aceptando esa hipótesis podemos imaginar cuán grande es la estima que Pablo tenía por las mujeres y cómo les confiaba tareas de gran responsabilidad en la evangelización. Además de esto, Febe era diaconisa de la comunidad de Cencreas. No disponemos de muchas noticias sobre esa ciudad y poco sabemos de la comunidad cristiana que vivía allí. No obstante, Febe era la diaconisa de la iglesia. La ciudad de Cencreas, muy cerca de Corinto-hasta el punto de ser considerada uno de los puertos de Corinto-fue cuna de una comunidad cristiana, ciertamente nacida bajo la influencia de Pablo y de su actividad evangelizadora.

¿Por dónde comenzar?
El estudio de la Carta a los romanos exige tiempo y disposición. Es inútil querer, en pocas palabras, conocer o profundizar aquella que es la más larga y compleja carta de Pablo. Lo aquí proponemos, no obstante, es solamente un aperitivo. Será como entrar en una casa por la puerta de atrás, conocer la sala, y en seguida, la casa entera.

Por tanto, entraremos por la “puerta de atrás”, el capítulo 16. Allí descubriremos, aunque no sea de modo exhaustivo, cómo era la comunidad de Roma hacia los años 56-57. Después de haber examinado la composición de la comunidad, iremos rápidamente al capítulo 12 de la carta, “la sala de visitas”, con el fin de conocer los dones que cada miembro de la comunidad posee. Pero también la preocupación de conocer los conflictos que van apareciendo. Después de esto, comenzaremos a leer la carta, subrayando los grades temas.

Composición de la comunidad de Roma (16, 1-15)
Algunos estudiosos afirman que el capítulo 16 de Romanos no pertenecía a la carta original. Tal vez sería,
Formación de la comunidad de Roma (Romanos 16, 1-15)

Nombre

Hombre/mujer

Origen/Condición social
Función y/o Titulo
(como Pablo los/las llamaba)

Iglesia
doméstica
Febe
Mujer
Pagana
Diaconisa de la Iglesia de Cencreas. “Nuestra hermana”

Prisca y su marido Aquila
Mujer
Hombre
Misioneros Judíos itinerantes: de Roma hacia Corinto luego para Éfeso y nuevamente para Roma
Arriesgaron la vida por Pablo.
“Mis colaboradores”
En su casa
Epéneto
Hombre
Pagano
Primer convertido en Asia.
“Querido”

María
Mujer
¿Judía? ¿Pagana?
“Trabajó mucho por ustedes”

Andrónico y su mujer Junia
Hombre
Mujer
¿Pagano?
¿Pagana?
“Parientes” (= ¿Judíos).
Compañeros de prisión de Pablo.
Convertidos antes que él.
“Apóstoles importantes”

Ampliato
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?
“Mi querido amigo en el Señor”

Urbano
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?
“Nuestro colaborador en Cristo”

Estaquio
Hombre
Pagano
“Mi querido”

Apeles
Hombre
Pagano
“Buen cristiano”

Aristóbulo
Hombre
Judío ¿condición social elevada?

“Familiares” en su casa
Herodión
Hombre
Judío ¿condición social elevada?
“Mi pariente” = ¿Judío?

(Narciso)
Hombre
¿Pagano?

En su casa
Trifena ¿son gemelas?
Trifosa
Mujer
Mujer
Pagana
Pagana
“Trabajaron por el Señor”

Pérside
Mujer
Pagana ¿esclava liberta?
“Querida”. “Trabajó mucho por el Señor”

Rufo
Hombre
¿Judío?
“Elegido por el Señor”

Madre de Rufo
Mujer
¿Judía?
“También es mi madre”

Asíncrito
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?


Flegón
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?

Iglesia doméstica de los que viven
Hermes
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?

en Asíncrito, Flegón, Hermes
Patrobas
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?

Patrobas y Hermas
Hermas
Hombre
Pagano ¿esclavo liberto?


Folólogon ¿y su esposa?
Julia
Hombre
Mujer
¿Pagano?
¿Pagana?

Iglesia doméstica de los que viven con Fiólogo y Julia, Nereo y su hermana, y Olimpas
Nereo
Hombre
¿Pagano?


Hermana de Nereo
Mujer
¿Pagana?


Olimpas
Mujer
¿Pagana?



fragmento de una carta de otra comunidad, anexada posteriormente al texto que conocemos como la carta a los romanos. En este estudio, no asumimos esta hipótesis, prefiriendo seguir el camino común hasta el presente momento.

Romanos 16, 1,15 es un elenco de nombres a primera vista sin mucha importancia. Observando esta lista con mejor detenimiento acabaremos aquí descubriendo un tesoro de informaciones sobre la composición de la comunidad romana.

Son 11 mujeres y 18 hombres (cf. pp. 10-11). Es evidente que la iglesia de Roma no estaba compuesta solamente por esas personas. Ciertamente los cristianos anónimos son más numerosos que los que tienen sus nombres registrados. Nos sorprende aún más, el hecho de que Pablo conozca tantas personas sin nunca haber estado en Roma. Esto nos ayuda a aclarar algunos interrogantes, por ejemplo:

-          Si Pablo conoce tantas personas de la comunidad de Roma, puede conocer muy bien inclusive las alegrías y los conflictos de la comunidad. Esto refuerza lo que dijimos al comienzo: la Carta a los romanos, como todos los escritos de Pablo, no son un tratado de teología, pero sí un texto de pastoral.

-          Si tantas personas conocidas de Pablo están en ese momento en Roma, es señal de que la evangelización en aquel tiempo era algo dinámico. Los desplazamientos de una ciudad a otra no impedían el crecimiento de la evangelización. Al contrario, lo favorecían.

-          Si ni Pablo, ni Pedro, son los fundadores de las comunidades de Roma, es bien probable que hayan surgido de una iniciativa “laica”. Sabemos que al comienzo de la evangelización, una corriente conservadora reservaba solamente para los apóstoles que caminaran con Jesús de Nazareth la responsabilidad de fundar comunidades. El nacimiento de la iglesia de Roma no pasa por allí.

Conociendo por el nombre
Pablo conoce por lo menos 28 personas de la comunidad romana: 18 hombres y 10 mujeres. La comunidad todavía no conoce a Febe, la portadora de la carta. Más tarde hará parte de la iglesia de Roma, elevando a 11 el número de las mujeres citadas en el capítulo 16. Si tenemos en cuenta el papel de la mujer en aquel tiempo luego salta a la vista un aspecto importante: la injusticia que se cometió al hablar negativamente de la relación Pablo/mujeres.

Para los antiguos, el nombre podía revelar el origen (raza) y hasta la condición social de la persona. Este dato también está presente en nuestros días, pero no de una manera tan acentuada. Todavía existen hoy nombres típicos de ciertas regiones, pero ya no es posible, a partir del nombre de alguien, descubrir su condición social. No obstante, en el tiempo de Pablo, por el nombre se podía conocer, con una buena dosis de confianza, la raza (judío o pagano) y la condición social (esclavo o liberto) de la mayoría de las personas (en el cuadro, el interrogante es señal de que no tenemos claridad absoluta de lo que se está afirmando).

Entre las personas que Pablo conoce y cita en Romanos 16, 1-15 hay 11 mujeres. Febe es origen de pagano, como también Trifena y Trifosa (probablemente gemelas) y Olimpas. Con buena dosis de confianza podemos afirmar que Junia, Julia, y la hermana de Nereo son también de origen pagano, cosa contraria sucede con Prisca, que es judía, de María y de la madre de Rufo, que probablemente también son judías. Pérside todavía figura entre las mujeres, nombre común de las mujeres esclavas. Por tanto, sería una esclava libre.

Los hombres citados por nombre son 18. Aquila, marido de Prisca, y sin ninguna duda judío. Ellos habían sido expulsados de Roma por decreto del Emperador Claudio. Se refugiaron en Corinto (Hch 18, 2). Siete años después se encuentra nuevamente en Roma. Aristóbulo y Herodión también son judíos. No tenemos absoluta seguridad si Rufo era judío, pero los estudios apuntan hacia una respuesta positiva. La mayoría de los hombres son de origen pagano: Epéneto, Ampliato, Urbano, Apeles, Asíncrito, Flegon, Hermes, Patrobas, Hermas. No tenemos absoluta seguridad si Andrónico, Narciso, Fiólogoso y Nereo fuesen paganos.

Entre los hombres existen algunos nombres típicos de los esclavos: Urbano, Asíncrito, Flegon, Hermes, Patrobas y Hermas. Pero de 1/3 de los hombres de la comunidad de Roma era de esclavos libres.

Prisca y Aquila son mujer y marido. El hecho de que la esposa sea citada antes que el marido muestra que ella gozaba de una consideración superior al marido. No sabemos a qué se debe eso. Probablemente Pablo encontró mayor apoyo en Prisca que en el marido de ella. Existen fuertes señales de que Andrónico y Junia, Filólogo y Julia también eran cristianos.

En la comunidad de Roma existen dos hombres de probable condición social alta: Aristóbulo y Herodión. Son la minoría. Además si tuviéramos en cuenta los “títulos” que Pablo da a las personas que conoce por el nombre, poco se dice al respecto de estos dos. No sabemos si el matrimonio de Prisca y Aquila era de condición social alta. Siendo misioneros itinerantes (Roma – Corinto – Roma y, después Éfeso), es probable que las comunidades de estas ciudades ayudaran en los gastos de los viajes en pro de la evangelización.
***
Por consiguiente, la comunidad de Roma es heterogénea. Su riqueza está en la diversidad de origen (judíos/paganos), de sexo (hombres/mujeres) y de condición social (pocos de condición social alta/muchos que habían sido esclavos).

Reconociendo los dones
Pero de la mitad de las personas citadas en Romanos 16, 1-15 reciben de Pablo un título cariñoso de reconocimiento por lo que hacen. Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas, es llamada “nuestra hermana”, expresión muy usada por Pablo. El Evangelio para él crea comunidad y genera fraternidad, gran casa de “hermanos”. Prisca y Aquila son “mis colaboradores”, señal de que Pablo no trabajaba sólo, pero sí en sintonía y comunión con muchas personas. Estamos sabiendo que Epéneto fue el “primer convertido de Asia” y Pablo lo trata con afecto, llamándolo “querido”. María “trabajó mucho por ustedes”, los cristianos de Roma.

Andrónico y Junia merecen especial atención. Además de llamarlos “parientes”  se afirma que se convirtieron al Evangelio antes que Pablo. Son, pues, de la primera hora, Además de esto, estamos informados de que estuvieron presos con Pablo. Imposible saber donde y cuando. No obstante, el afecto por ellos es inmenso. Pablo los llama “apóstoles ilustres”. Como ya dijimos, en aquel tiempo  existía un grupo conservador que admitía como apóstoles solamente a los que estuvieran con Jesús de Nazaret. Pablo supero esta visión estrecha yendo mucho mas allá de las expectativas: todos los que se comprometen con la evangelización pueden ser considerados apósteles, inclusive las mujeres. Esta osadía no fue compartida por muchos. Es tanto que algunos traductores del Nuevo Testamento, escandalizados con el hecho de que una mujer sea llamada “Apóstol”, quisieron ver en Junia un nombre masculino (Junias). De hecho algunos manuscritos tienen allí un nombre masculino.

Ampliato es llamado “mi amigo querido del Señor”. Pablo recuerda que Urbano colaboro en la evangelización (“nuestro colaborador en Cristo”) y manifiesta su afecto por Estaquio (“querido”). Aquí podemos sentir que la evangelización crea lazos de amistad muy fuertes. Apeles es un “buen Cristiano”.

Continúan las demostraciones de amistad. Pérside es “querida” y la madre de Rufo (“elegido del Señor”) se convierte en “madre” de Pablo (“también es mi madre”). El reconoce el trabajo de Trifena y Trifosa (“trabajaron por el Señor “) y la dedicación de Pérside (“trabajó mucho por el Señor”)

Iglesias domésticas
Lo que hasta ahora vimos se refiere a las personas que Pablo conocía. Es bueno tener presente que algunas de ellas no nacieron en Roma (por ejemplo Febe, probablemente Epéneto, Andrónico, Junia…). En el centro del Imperio Romano construyeron iglesias domesticas. En Romanos 16. 1-15, podemos detectar por lo menos cinco grupos diferentes. Esto nos lleva a ampliar la comprensión que tuvimos hasta el momento con respecto a los primeros cristianos de Roma. En efecto estamos sabiendo que un grupo se reúne en la casa de Prisca y Aquila. ¿No sería Prisca la líder de esa comunidad? ¿Por esa razón no será que Pablo la menciona antes que al marido?

En la casa de Aristóbulo, probablemente, se reúne otro grupo cristiano (“familiares”), diferente de aquel que frecuenta la casa de Prisca y Aquila. Siendo Aristóbulo una persona de condición social alta, podemos afirmar que había colocado su casa a disposición para las reuniones y celebraciones de la comunidad. De hecho, la casa de los pobres-de una sola habitación - no disponía de suficiente espacio para el encuentro de varias personas. También estamos sabiendo que otro grupo tiene como punto de reunión la casa de Narciso. por lo que parece Pablo no conoció a Narciso, pero si tiene noticias de que su casa acoge a un grupo cristiano.

El cuarto grupo vive con  Asíncrito, Flegón,  Hermes, Patrobas y Hermas. Como dijimos, estos cinco hombres debían haber sido esclavos libertos. Con ellos vive un grupo de “hermanos”. ¿Ese grupo no tendría un “rostro” propio, por el hecho de que los nombres citados fueran todos de paganos y de esclavos libertos?

El último grupo del cual tenemos conocimiento vive con Filólogo y Julia, Nereo y su hermana, y Olimpas. Los nombres citados apuntan hacia personas de origen pagano.

Las comunidades de Roma, a las cuales Pablo escribió la carta, eran por lo menos cinco, y se reunían en las casas, constituyendo iglesias domésticas. Al hablar de un grupo que vive con Asíncrito y sus compañeros, y de otro grupo que vive con Filólogo, Julia y compañeros. Pablo deja entrever que las comunidades de Roma entendieron el concepto de la familia en un sentido nuevo. No se trata de la familia patriarcal del Antiguo Testamento, ni de la familia en el sentido estricto que le podríamos dar hoy (marido – mujer – hijos). Ciertas comunidades romanas fundieron las familias particulares en una gran familia donde ya no cuentan los lazos de sangre o parentesco, pero sí los lazos de fe y de amor que generan nuevas relaciones.

La riqueza de la diversidad
Varias comunidades, cada cual con sus características, componían la iglesia de Roma. La diversidad de las razas y culturas nunca asustaron a Pablo. Al contrario, en eso él veía un factor de enriquecimiento.

Ya en la primera carta a los corintios (12, 4-30) él mostró que la armonía del cuerpo humano se da por la unión y colaboración de los diferentes miembros. La misma cosa – él asegura – sucede con el cuerpo social, es decir, la comunidad de los que dieron su adhesión a Jesucristo y pasaron a vivir entre ellos relaciones nuevas. El cuerpo humano, con la diversidad de sus miembros, generan armonía; a su vez, la comunidad se enriquece con la variedad de razas, culturas y dones de cada miembro.

Es sobre esto que la carta habla en 12, 38. Pablo recuerda siete dones diferentes que constituyen la riqueza de las iglesias domésticas de Roma: profecía, servicio, enseñanza, exhortación, distribución de bienes, presidencia de la comunidad y ejercicio de la misericordia (12, 6b-8). Son las pastorales de las iglesias domésticas romanas. ¿Solamente son esos? Probablemente no. Sin embargo, al recordar siete dones, Pablo quería mostrar todos los dones (siete = totalidad) que constituyen al mismo tiempo la diversidad y la riqueza de las comunidades.

Conflictos
Las iglesias domésticas de Roma también tenían sus conflictos internos y externos. Vamos a ver esto muy de cerca, recorriendo brevemente la carta.

El primer gran conflicto entre las comunidades era respecto a la cuestión de la raza. En otras palabras, el conflicto entre judíos y paganos (llamados griegos en Rm 10, 12). Pablo se dedica gran parte de la carta a la solución de este problema, alargando el horizonte, señal de que esta cuestión no afecta solamente a las comunidades de Roma. Además, ese fue uno de los conflictos permanentes en toda su vida. Es evidente para el que con Cristo Jesús se acabaron las diferencias por causa de la raza, condición social o sexo. (cf.Ga 3, 28; Rm 10,12; 1Co 12,13, Col 3,11).  Para Pablo el hecho de que los cristianos sean de orígenes y culturas diferentes no es el factor de desunión, pero si de enriquecimiento mutuo.

Otro conflicto interno de las comunidades romanas era provocado por los “fuertes” contra los “débiles” y viceversa, se trata de un tema enfrentado por Pablo y largamente desarrollado en 1Corintios 8-10.  Los “fuertes” eran personas de fe clara que no confundían al Dios verdadero con los ídolos de la sociedad injusta. Los “débiles” a su vez, no poseían una fe clara y corrían el riesgo  de la idolatría en todo lo que los “fuertes” hacían. De ahí el conflicto entre esos dos grupos, con juicios hacia ambas partes. Pablo dedico bastante espacio para ayudar a los unos y a los otros alrededor de este tema (Rm 14).

El aspecto de los dones, desarrollada abundantemente en 1 Corintios 12-14, provoca conflictos en las iglesias domésticas de Roma. Pablo se preocupa con este problema y desarrolla una larga exhortación (Rm 12).

A pesar de no haber fundado las comunidades romanas, Pablo era bien conocido entre ellas. Y no solamente conocido: Algunas cosas que el afirmaba en su catequesis cristiana acabaron siendo desfiguradas. Es lo que podemos notar en 3,8:“¿Porque no hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos? Esos tales tienen merecida su condenación” Pablo intenta aclarar y eliminar este conflicto (Rm6).

Otro foco de conflicto puede ser detectado en 16, 17-18. No es posible saber con exactitud si se trata de un conflicto interno o externo en las comunidades. Pablo Habla allí de personas que provocan divisiones y obstáculos: “Os ruego, hermanos que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido, apartaos de ellos, pues esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre y por medio de suaves palabras y lisonjas seducen los corazones de los sencillos”. Un poco mas adelante a esas personas las llama “Satanás” (16,20).

También existían conflictos venidos desde fuera. Es lo que podemos notar, por ejemplo, en 13,1-7. Es uno de los textos más difíciles de Pablo pues con prudencia ayuda a las comunidades a que entendieran su relación con el poder político central del imperio romano: ¿obedecer o no al emperador y a las autoridades políticas constituidas? ¿Pagar o no pagar impuestos o tributos?

Todo esto refuerza la afirmación inicial de este estudio: también la Carta a los romanos, como todos los escritos de Pablo, tienen un carácter pastoral y catequético. Los que pretenden ver en estos escritos la confirmación de dogmas o de verdades validas para todos los tiempos y lugares se apartan del objetivo práctico y pastoral de los textos de Pablo.

Esquema de la carta
La carta a los romanos se puede dividir en tres partes, además de su saludo inicial y de la conclusión.
Dirección, saludo y acción de gracias (1, 1-15)
Primera parte (1, 16-8, 39): El Evangelio y la fuerza de Dios que salva
Tema general (1, 16-17)
La ira de Dios (1, 18-3, 20)
La salvación viene por la fe (3, 21-4, 25)
Vivir de un modo nuevo (5, 1-8, 39)
Segunda parte (9, 1-11, 36) Dios e Israel
Tercera parte (12, 1-15, 13): La vida cristiana
Conclusión: Ministerio de Pablo, proyectos, saludos, recomendaciones y doxología (15, 14-16, 27).


Para continuar reflexionando

¿Qué fue lo que más le llamó la atención en la formación de las comunidades de Roma? ¿Por qué?
¿El descubrimiento de las iglesias domésticas ilumina nuestra pastoral? ¿De qué manera?
¿El modo cariñoso como Pablo trata a la mayoría de las personas nos sugiere alguna cosa?
¿Qué aprendemos con la diversidad de dones en las comunidades de Roma? ¿Y con los conflictos?
¿Qué característica de Pablo se volvió más clara después de lo que vimos?           

1
DIRECCIÓN, SALUDO,
ACCIÓN DE GRACIAS
(1,1-15)

Pablo se presenta sólo al inicio de la carta, pero hace referencia de presentar su identidad por medio de tres títulos que caracterizan su misión: “Siervo de Jesucristo”, “apóstol”, y “elegido para anunciar el Evangelio de Dios” (1, 1). Estos tres títulos confirman que él es: se considera “siervo de Jesucristo”, alguien que recibió una misión (“apóstol” = enviado) del mismo Jesús que lo eligió (“elegido”). De esta manera, él se coloca en la misma línea de los profetas del Antiguo Testamento, considerados "siervos" (Am 3, 7), “enviados” (Jr 25, 4) y “elegidos” (Jr 1,5).

Jesucristo lo eligió para una misión específica, la de anunciar la Buena Noticia (Evangelio) de Dios prometida en el pasado y realizada en Jesús. Como comentario se puede decir que es posible percibir que Pablo ya introdujo el gran tema de la carta, o sea, el perdón general que Dios concedió en Jesucristo a la humanidad entera. De hecho, el tema de la carta aparece claramente en 1, 3-4: “Acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo, Señor nuestro”. La Buena Noticia para la cual Pablo fue elegido y enviado es la persona del Hijo, su vida, muerte y resurrección, pues fue en Jesús que Dios manifestó toda su misericordia para con la humanidad. Por tanto, aparece el tema de la resurrección de Jesús, fundamental para la comprensión de toda la carta. Por la fuerza de su resurrección y por la acción del Espíritu Santo, Jesús fue llamado Hijo de Dios con plenos poderes, con la semejanza que lo anunciaba el Salmo 110, 1. Además de esto, notamos en estos versículos la presencia de la Trinidad, tema importante en toda la carta: Dios Padre reconcilió consigo a toda la humanidad en Jesucristo, y las personas son llamadas a vivir en el Espíritu para que puedan responder de manera total al proyecto de Dios.

El tema de la carta se presenta más claro a partir de 1, 5: Jesús eligió a Pablo para llevar esa Buena Noticia a todos los paganos, es decir, a aquellos que no pertenecían al pueblo judío. Concluyendo, es posible percibir también aquí, la presencia de dos temas que aparecerán abundamente a lo largo de la carta. El primero es que en Jesucristo no existen más diferencias por causa de las razas o culturas (cf. 2, 11), pues todos son llamados a la santidad y todos son amados por Dios (1, 6-7a). El segundo, polémico, muestra que los paganos, una vez hecha su adhesión a Jesús, no necesitan más seguir obedientes a la ley, pero sí a la fe (1, 5b).

Pablo saluda a la iglesias domésticas de Roma con la fórmula del saludo común de sus cartas: “Que la grada y la paz de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo estén con vosotros” (1, 7b). También ese saludo está en sintonía con los grandes temas que vamos a ver más adelante. La gracia es la bondad, el cariño, el afecto que Dios tiene por toda la humanidad, como el padre ama a sus hijos. La paz (shalom) hace pensar  en la reconciliación lograda por medio de la muerte y resurrección de Jesús. Es interesante notar que Dios es llamado como “nuestro Padre”, es decir, él es el Padre tanto para los judíos como para los paganos. Pablo que era judío estimula a los paganos a ese reconocimiento. Jesús es llamado “Señor” por motivo de su resurrección (cf. Fp 2, 11). Dentro de la carta, esto funciona como profesión de fe y como llamada de atención contra la idolatría de las personas o cosas, temas que aparecerán más adelante (1, 18ss) y también en la larga exhortación de los capítulos 12-15.

Luego viene la acción de gracias mezclada con una petición (1,8-15), tema común en las cartas paulinas. Él ve en las iglesias domésticas de Roma el foco de irradiación del Evangelio (“la fama de vosotros se extendió por todo el mundo”). Y por eso da gracias a Dios por medio de Jesucristo. También esboza una petición de carácter personal: que su deseo de visitar a las comunidades de Roma podrá finalmente concretizarse. Tal vez Pablo quiso involucrar las comunidades de Roma en la ayuda gratuita, en solidaridad con las comunidades pobres de Jerusalén (cf. 2Co 8-9). Al final de la carta muestra que tiene otro deseo: pasar por Roma con el fin de ir hasta España (15, 24), dando continuidad a su plan de llevar la Buena Noticia a aquellos lugares y pueblos que todavía no tuvieron el conocimiento del Evangelio. Él piensa que, visitando las iglesias domésticas de Roma, podrá ser útil para el crecimiento de las mismas (1, 11). Pero con humildad prefiere llegar hasta ellas como alguien que va para aprender y crecer siempre más en la fe común (1,12).

¿Por qué Pablo piensa y actúa así? Porque se considera deudor de todos, “griegos y a bárbaros, a sabios y a ignorantes: de ahí mi ansia por llevaros el Evangelio también a vosotros” (1,14-15).

Para continuar reflexionando

  1. ¿Qué fue lo que más llamó nuestra tención al comienzo de la carta? ¿Por qué?
  2. Pablo se considera, “siervo”, “apóstol” y “elegido”.Estos son sus títulos. ¿Cuál es la identidad del      agente de pastoral hoy en día? ¿Cómo se presenta?
  3. Al comienzo de la carta nos enteramos de que Dios no hace distinción de personas. ¿Qué significa para nosotros eso hoy?
  4. La fe que tenemos en común es fuente de solidaridad y de enriquecimiento mutuo. Comentar esto con ejemplos.
  

Primera parte
EL EVANGELIO ES LA FUERZA
 DE DIOS QUE SALVA
(1, 16-8,39)

Cuadro de texto: La primera parte (1, 16-8, 39) contiene, además del tema general (1, 16-17), tres unidades menores: la ira de Dios contra los paganos y los judíos (1, 18-3,20); la salvación que viene por medio de la fe (3,21-4,25); el contenido positivo de la salvación (5, 1-8,39).

El tema general está presentado en 1, 16-17 y desarrollado a lo largo de toda la primera parte: “Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego, porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por la fe”.

Estos dos versículos s son la llave que abre la primera parte de la carta. En ellos están condensados los grandes temas que vendrán más adelante.


2
LA IRA DE DIOS CONTRA
LOS PAGANOS Y JUDÍOS
(1, 18-3,20)

Expuesto el principio general de la carta (1,16-17), comienza la primera parte, desarrollando el tema de la ira de Dios manifestada contra los paganos (1, 18-32) y los judíos (2,1-3,8), comprobando con la Biblia que todos son culpados (3,8-18).
Se tiene la impresión de que 1, 18-3, 20 sea una especie de escena de un gran juicio. Frente al tribunal de Dios comparecen los paganos y judíos, o sea, todos los seres humanos, pues era así que la visión judaica del mundo dividía a la humanidad. Y la acusación hecha a los unos y a los otros llevará a la misma conclusión: todos son reos. Este modo de presentar las cosas irá a resaltar lo que viene más adelante, es decir, el perdón general que Dios concede a toda la humanidad, a pesar de no merecerlo.

La ira de Dios contra los paganos (1, 18-32)
Comparecen frente al tribunal de Dios los paganos (en el texto son llamados “hombres”; muchas veces “griegos”), merecedores de su ira. La acusación es grave: son acusados de impiedad (perversión de las relaciones con Dios) y de la injusticia (perversión de las relaciones con los seres humanos). Todavía más: se afirma que la injusticia en las relaciones entre los seres humanos sofoca a la verdad, es decir, impide el acceso a Dios. Es una crítica fuerte contra los paganos y, específicamente, contra el tipo de sociedad presente en el Imperio Romano.
En primer lugar, la acusación desarrolla el tema de la impiedad, esto es, la perversión de las relaciones con Dios. Pablo cree firmemente que los paganos podrían haber llegado al descubrimiento de Dios leyendo el libro de la vida, el libro de la creación. Por las cosas creadas es posible llegar al descubrimiento del creador. En la acusación, Pablo ya esboza una sentencia: "los hombres, por lo tanto, no tienen disculpa".
“Pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: Su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias antes bien, se ofuscaron en sus razonamientos y su corazón insensato se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles JJ (1, 19-23).
Este texto resalta algunas cosas importantes. En primer lugar, muestra que el camino para el descubrimiento de Dios está al acceso de todos, inclusive para aquellos que no tienen una religión oficial que condujera a todas las personas hacia Dios. En segundo lugar, Dios es imprevisible, revelándose como tal, por caminos no oficiales, como sucede en la Biblia para todos, judíos y cristianos. Este aspecto es de gran importancia para el mundo de hoy. Dios puede ser reconocido y encontrado en aquellas situaciones emergentes de nuestros días (ecología, etc). La impiedad de los paganos, no obstante, es la falta del buen sentido, una estupidez. Solamente un estúpido -afirma Pablo- no descubre a Dios presente en cada cosa creada... El campo de la revelación de Dios es el mundo.

Aún más, la mayor lección que aprendemos de todo esto es ésta: la impiedad conduce a la idolatría. En otras palabras, cuando las personas no colocan a Dios como el único Absoluto de todo y de todos, tarde o temprano acaban sustituyendo a Dios por otras personas o cosas. En el decir del texto, cambian la gloria de Dios inmortal por personas y seres mortales. Para Pablo no existe el ateo en estado puro, pues el ser humano siempre tiende a colocar por encima de él algo o alguien, cayendo de esta manera en la estupidez que se llama idolatría.

¿Cuáles son las consecuencias de la impiedad que genera la idolatría? La carta las desarrolla a continuación (vv. 24-31). Se trata de las relaciones pervertidas entre las personas, creando todo tipo de injusticia, violencia y opresión. Tres veces consecutivas el texto utiliza la expresión “Dios los entregó / abandonó” (24.26.28) para mostrar cómo son las relaciones sociales cuando no son marcadas por la conciencia de que existe un Creador que dio origen a todas las criaturas. En otras palabras, Pablo afirma que existe una total transgresión del proyecto de la creación descrito en los primeros capítulos del Génesis: "A ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén” (1,25).

La carta resalta algunas de esas relaciones pervertidas. La primera es el homosexualismo femenino y masculino (1, 26b-27). De manera general, en el mundo greco-romano de aquella época la práctica homosexual entre personas heterosexuales era estimulada e inclusive vista como perfección. Ciertamente Pablo no tenía el conocimiento que hoy se tiene al respecto de las personas que ya nacen con orientación homosexual. Él detecta perversión entre los heterosexuales que se dedican a las prácticas homosexuales.

La descripción de las relaciones pervertidas prosiguen con un elenco de abusos y de crímenes: injusticia, perversidad, codicia, maldad, envidia, homicidio, riñas, engaños, malignidad, difamación, calumnia, enemistad con Dios, ultrajes, soberbia, fanfarronerías, ingeniosos para el mal, rebeldía con sus padres, insensatos, desleales, falta de oración y misericordia. Es una lista extensa de todo lo que sucede en una sociedad en donde se roba el lugar de Dios, generando relaciones desiguales e injustas en todos los campos: familiar, social, religioso, personal, etc.

El cuadro queda completo con la afirmación final que muestra el total rechazo del proyecto de Dios por parte de los paganos: “los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente practican sino que aprueban a los que las cometen” (1, 32). El rechazo del proyecto de Dios viene acompañado de la elección de otro proyecto en que la mentira se vuelve verdad, la injusticia es vista como justicia, el mal pasa a ser el bien, y así continúa. No hay alternativa para Pablo: quien no elige el proyecto de vida que viene de Dios acaba aliándose al proyecto de la injusticia que genera desigualdad y muerte.

La ira de Dios contra los judíos (2, 1-3, 8)
Probablemente los judeo-cristianos de las iglesias domésticas romanas aplaudieron lo que Pablo dijo respecto a los paganos, pues vivían en una sociedad desigual y terriblemente injusta. Pablo, inclusive, no hace todavía comparecer a los judíos frente al tribunal de Dios porque reserva para ellos una triste sorpresa: son tan culpables -o más- como los paganos. Es por eso que son convocados a presentarse ahora frente al Dios juez.

La acusación que la carta hace contra los judíos es más extensa que en contra de los paganos. Y para mostrar la responsabilidad de Israel, muchas veces el texto enfrenta a judíos y paganos. El pueblo de Dios tiene la pretensión de ser superior a los otros, y por eso juzga con desprecio y condena. Justo allí reside la acusación de la carta: el pueblo de Dios condena a los otros pero practica las mismas cosas que apunta como erradas en los paganos.

El texto comienza inmediatamente con la acusación central (juzgar a los paganos) y con la misma sentencia proferida contra los paganos (“los hombres no tienen disculpa” = “vosotros no tenéis disculpa”): “Por eso, no tienes excusa quienquiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas tú que juzgas” (2, 1).

¿Será que Dios va a ser tolerante con Israel e implacable contra los paganos? ¡No! El juicio de él será igual para todos. En otras palabras, él no hace distinción de personas (2, 11), no es déspota, y juzgará a cada uno de acuerdo con lo que hace (2,6). Con todo, Israel no tiene fuerza moral para juzgar a los paganos, a pesar de haber recibido la revelación de Dios, las promesas, etc., (cf. 9, 4-5), un patrimonio de fe que podría colocarlo al frente o encima de los paganos? Al contrario, el juicio para Israel será más riguroso pues, a pesar de conocer la riqueza y la bondad de Dios, su paciencia y generosidad, no caminó hacia donde esas realidades apuntaban, es decir, hacia la conversión. Al contrario por la obstinación y la dureza de corazón exasperó la ira de Dios. Por consiguiente, la sentencia ya está trazada: “Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del judío primerante y también del griego, en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien: al judío primeramente y también al griego" (2, 9-10).

¿La Ley y la circuncisión ayudan? (2, 12-29)
Ahora la carta toca uno de los dos “privilegios” de los cuales el pueblo de Dios se enorgullecía, creyendo que eso los distinguía con relación a los paganos: la Ley y la circuncisión. La Ley no coloca a los judíos por encima de los paganos, pues éstos poseen una ley escrita en sus corazones. Es una alusión a aquello que anunció Jeremías 31, 33, es decir, el tiempo de la madurez humana en que la persona no necesita pero sí de una ley exterior para orientada, sobre todo una ley interna, la de la propia conciencia. Frente al tribunal de Dios, los judíos serán juzgados de acuerdo con la Ley y los paganos de acuerdo con la propia conciencia:
“Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados; que no son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán justificados. En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza para el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús” (2,12-16).
Resumiendo lo que hemos visto hasta ahora, percibimos que la carta apunta hacia los caminos para llegar hasta Dios. Los paganos pueden llegar al descubrimiento y al reconocimiento del verdadero Dios leyendo el libro de la creación de la vida, siguiendo la ley de la conciencia que orienta a todos hacia la vida; los judíos tienen la Ley escrita, sintetizada en el Decálogo y que tiene como centro la vida para todos. Conociéndola y practicándola, los judíos se están aproximando al proyecto de Dios. ¿Cuál de los dos caminos es el más fácil? El judío, no creyente de que los paganos puedan llegar a Dios por el mismo camino, se considera superior, privilegiado y mejor que los otros. Se coloca como parámetro para los paganos, por él considerados como ciegos que se encuentran en las tinieblas, ignorantes, no iniciados. La carta es irónica: “Pues bien, tú que instruyes a los otros ¡a ti mismo no te instruyes! Predicas: ¡No robar¡  y ¡robas! Prohíbes el adulterio, y ¡adulteras! Aborreces los ídolos, y ¡saqueas sus templos!" (2, 21-23).

Israel tenía un papel histórico único e insustituible: por medio del Decálogo (Ley), ser portador de una novedad absoluta: una sociedad dirigida hacia la libertad y hacia la vida para todos. El Decálogo -está aquí presente la prohibición del robo, el adulterio, la idolatría- servía como herramienta para esta nueva adaptación social. Por detrás de este texto es posible escuchar el eco del Deuteronomio 4, 6-8: “Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los demás pueblos, los cuales cuando tengan noticia de todos estos preceptos, dirán: “Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente". Porque, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que lo invocamos? Y ¿qué nación hay tan grande cuyos preceptos y normas son tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy?
¿El pueblo de Dios fue sabio e inteligente? No, lo g.1rantiza la carta muchas veces. Pues consideró a la Ley sin practicada. El privilegio no estaba en la Ley en sí, pero sí en el proyecto hacia el cual ella se dirigía, fermentando el interés y la voluntad de los otros pueblos para hacer lo mismo. Sin la práctica de la Ley, sencillamente Israel repitió los mismos errores de las naciones, perdiendo completamente de vista el objetivo de una sociedad justa y fraterna: robo, adulterio, idolatría. Dios, su aliado en ese proyecto, terminó siendo ridiculizado: “Porque como dice la Escritura, el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre los gentiles” (2,24; ver 1s 52, 5; Ez 36,20-22; cf. en Mt 23, 15 la crítica de Jesús a las autoridades religiosas que intentan convertir a un pagano y terminan volviéndolo peor).

La Ley externa, sin la práctica, genera arrogancia.
El segundo “privilegio” se llama la circuncisión. Ella puede causar la hipocresía. Para los judíos la circuncisión era una señal en la carne que apuntaba hacia una realidad más profunda, a la Alianza, es decir, el compromiso en que los dos socios -Dios e Israel- se unía alrededor de un mismo objetivo.

Con el tiempo, la circuncisión terminó siendo un privilegio y no un compromiso. El circuncidado (judío) miraba con desprecio al no circuncidado (pagano), considerándolo impuro. La circuncisión se convirtió en fuente de discriminación, creando una religión de raza y un nacionalismo fanático. Basta pensar en el hecho que para los no circuncidados estaba prohibido tener acceso al interior del templo de Jerusalén.

La carta desenmascara la hipocresía de ese gesto. Existen paganos que, a pesar de no ser circuncidados, son mejores que los judíos (que sí son circuncidados). Lo que importa para Dios no es la señal externa. Es como se acostumbra a decir: "El hábito no hace al monje". Lo importante es la circuncisión del corazón (2,29), de igual manera como lo manifestaba el Deuteronomio 10, 16-17: “Circuncidad vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz, porque Yahvéh vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni admite soborno" (también confrontar 30, 6;Jr 4, 4; 9, 25; Ez 36,26; 44, 7.9).

¿Dónde están los privilegios de Israel? (3, 1-8)
Estrictamente hablando, Israel no tiene ningún privilegio frente a Dios con relación a los otros pueblos. La Ley y la circuncisión no lo convierten en mejor ni superior a los paganos. Es la tesis de la carta, que así prepara la gran novedad del perdón general por parte de Dios. Irónicamente Pablo afirma que Israel tuvo una función pedagógica para sí mismo y para los paganos. En vistas de que transgredió la Ley, comportándose como un pagano; que hizo de la circuncisión una sola señal de la carne, favoreciendo la hipocresía; y por lo visto que es hasta el más merecedor de la ira de Dios que los mismos paganos, sencillamente su función es resaltar su fidelidad y la veracidad de Dios.

Pablo percibió que hizo una afirmación osada, pues daría la impresión de que Dios, al hacer justicia y manifestar su ira, estaría siendo injusto, percibiendo que el pecado del pueblo sólo tiende a resaltar la misericordia de Dios. Además, algunas personas afirmaban que era justamente eso lo que Pablo anunciaba. Pero si así fuera, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? ¿Adónde irían a parar la libertad y la responsabilidad humanas? No hay necesidad de cometer injusticias para que Dios se manifieste fiel y verdadero. Su veracidad y fidelidad preceden a la acción humana. Lo que nosotros hacemos es nada más que la respuesta a su fidelidad y veracidad.

Sentencia igual para todos (3,9-20)
Después de haber hecho comparecer a los paganos y a los judíos frente al tribunal de Dios, y después de escuchar la acusación hecha a cada uno de ellos, sigue la sentencia ya esbozada en 1, 20 Y 2, 1. Los judíos no son más que los paganos. Al contrario, todos son acusados y merecedores del la ira de Dios. La sentencia es solemne. Pablo compone un poema hecho de fragmentos del Antiguo Testamento. Con esto él invoca a la Biblia como gran testigo de la culpa de Israel y de los paganos. El poema comienza citando el Salmo 14, lb-3, comprobando que toda la humanidad se corrompió: “No hay quien sea justo, ni siquiera uno. No hay un sensato, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno”. Prosigue con los Salmos 5, 10 Y 140, 4: “Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua urden engaños. Veneno de áspides bajo sus labios”. Continúa con el Salmo 10,7, con Isaías 59, 7-8 Y termina con el Salmo 36, 2: “Maldición y amargura rebosa su boca. Ligeros sus pies para derramar sangre; ruina y miseria son sus caminos. El camino de la paz no lo conocieron, no hay temor de Dios ante sus ojos”.

Estas citas del Antiguo Testamento subrayan las dos dimensiones de la vida de todo ser humano, con Dios y con las personas, piedad y justicia, o, de acuerdo con la denuncia de la carta, impiedad e injusticia. Pablo explica por qué eligió esos fragmentos de la Biblia: “Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley lo dice para los que están bajo la ley, para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca reo ante Dios” (3, 19). Así queda claro el objetivo de la carta hasta el presente momento: mostrar que toda la humanidad dividida entre judíos y griegos- tiene en relación con Dios una culpa impagable, volviéndose merecedora de la ira divina. Y el camino está abierto hacia la gran novedad de Dios, que Pablo llama de Evangelio.

Si Israel tuvo un papel pedagógico en la historia, es decir, su presencia sirvió para resaltar la fidelidad de Dios, la Ley también tenía una función, que no era la de convertir en justo a quien la practicase, pero sí hacer conciencia con respecto al pecado (3,20).

Para continuar reflexionando
1.      ¿Dónde están los mayores pecadores, dentro o fuera de las iglesias? ¿Por qué?
2.      En el libro de la vida y de la creación podemos descubrir la presencia de Dios. Comentar con ejemplos.
3.      ¿Por qué no existe el ateo puro, de acuerdo con la          carta?
4.      Cuando las personas no reconocen a Dios como el único Absoluto, fácilmente crean relaciones desiguales e injustas. Comentar con ejemplos.
      5.      La carta señala una serie de relaciones pervertidas, Y hoy, ¿cuáles serían esas relaciones marcadas por la impiedad y la injusticia? 
6.      ¿Qué afirma la carta con respecto a la pretensión de los judíos por querer ser más importantes que los paganos?
7.      Los privilegios ayudan a las personas a ser arrogantes e hipócritas. Comentar con ejemplos.
8.      ¿Es necesario pecar para que Dios se muestre fiel? ¿Por qué?
9.      ¿Por qué la Ley no puede convertir en justas a las personas?


3
LA SALVACIÓNVIENE POR LA FE
(3,21-4,25)

Después de haber demostrado que el juicio (ira) de Dios recae tanto sobre los paganos como sobre los judíos, la puerta está abierta para mostrar la sentencia de Dios para la humanidad. Si todos son igualmente culpables, ¿qué se puede hacer? Pablo afirmó anteriormente que Dios no es injusto cuando descarga sobre nosotros su ira (cf. 3, 5b). El camino fue cuidadosamente preparado para ese momento. Aún más, la carta no presenta un juicio lleno de ira de Dios, pero sí la novedad absoluta de su fidelidad y veracidad (cf. 3, 3-4).

Dios a todos perdona (3,21-26)
“Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios, se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen -pues no hay diferencia; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios- y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quién exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre mediante la fe, para mostrar Su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser justo y justificador del que cree en Jesús”.

Es el tema central de la carta. La novedad absoluta de Dios es el perdón general concedido para todos (paganos y judíos), pues el ser humano no puede salvarse mediante sus fuerzas. Dios que es fiel y verdadero, envía a su Hijo Jesús para que toda la humanidad se vuelva justa, no por mérito propio, sino por pura gratuidad de Dios. Compromiso de la humanidad, a partir de ese momento, es dar su plena adhesión, por medio de la fe, en la persona de Jesucristo. De esta manera queda establecida una condición, y esa condición se llama fe.

El texto resalta que la justicia de Dios se manifestó “independientemente de la Ley”. Ese detalle es importante, pues como se podrá observar, en aquel tiempo muchos creían que Dios manifestaría su justicia cuando las personas fueran plenamente justas. Es la visión farisaica de la religión. Las personas tienen que llegar a la perfección -y perfección significaba cumplir fielmente todos los requisitos de la Ley-, y entonces es Dios sólo quien iría a mostrarse justo, dando un premio a los buenos y castigando a los malos. La carta rompe la espina dorsal de esta visión farisaica del mundo y de la religión, y esto ella lo repetirá otras veces. La justificación es obra exclusiva de la fidelidad de Dios. Él no excluye a los paganos y transgresores de la Ley (como querían los fariseos). Al contrario, percibiendo que nadie es justo por las propias obras, por pura gracia de Dios interviene enviando al mundo a su Hijo, portador de la salvación. La única respuesta que la humanidad puede dar a este gesto es la fe incondicional a Jesucristo.

Solamente la fe nos convierte en justos (3, 27-31)
La tesis de la Carta a los romanos es que la humanidad no conquista la justicia, pero ésta le es dada como don. Eso elimina uno de los grandes “privilegios” de Israel, el de pretender poseer una Ley que conduzca a la justicia. De acuerdo con la visión farisaica de la religión, las obras (es decir, la práctica meticulosa de la Ley) justificaban a la persona, obligando a Dios a ser bueno con ella, recompensándola. Pablo acabó de demostrar justamente lo contrario: ninguno es merecedor de cosa alguna, frente a Dios, de modo que Él, el fiel y el verdadero, anula la duda, perdonando a toda la humanidad. De esta manera, cae por tierra el motivo de gloriarse por parte de Israel, depositario de la Ley. y Pablo añade: “Pues esta es nuestra tesis, el hombre se vuelve justo por la fe, independientemente de la observancia de la Ley (3, 28).

Solamente la fe nos convierte en justos (3, 27-31)
La tesis de la Carta a los romanos es que la humanidad no conquista la justicia, pero ésta le es dada como don. Eso elimina uno de los grandes “privilegios” de Israel, el de pretender poseer una Ley que conduzca a la justicia. De acuerdo con la visión farisaica de la religión, las obras (es decir, la práctica meticulosa de la Ley) justificaban a la persona, obligando a Dios a ser bueno con ella, recompensándola. Pablo acabó de demostrar justamente lo contrario: ninguno es merecedor de cosa alguna, frente a Dios, de modo que Él, el fiel y el verdadero, anula la duda, perdonando a toda la humanidad. De esta manera, cae por tierra el motivo de gloriarse por parte de Israel, depositario de la Ley. y Pablo añade: "Pues esta es nuestra tesis, el hombre se vuelve justo por la fe, independientemente de la observancia de la Ley" (3, 28).

Es evidente que, suprimido el privilegio de la Ley a medida que la posibilidad de alcanzar la justificación, tanto judíos como paganos se encuentran en igualdad de condiciones. Y Dios deja de ser un Dios nacionalista, unido a una raza para volverse el Dios de toda la humanidad. Fueron rotas las ataduras que lo unían a una tierra, a una raza, a una cultura, etc. Es el Dios de todos, y la humanidad entera, por la fe en Jesucristo, puede tener acceso a ese Dios. La circuncisión y la Ley discriminan. La fe iguala a todos, sin discriminar.

Abrahán, padre del que cree (4, 1-17)
Pablo era judío y, como tal, sabía muy bien que Abrahán era el tronco del cual brotó  el pueblo judío y su religión, fuertemente unida a una raza. Eso constituía otro “privilegio” de los judíos: tener a Abrahán por padre. Pablo va a tocar un tema que se mezcla profundamente con la tradición y la cultura de Israel. ¿Por qué? Básicamente porque pretende mostrar a Abrahán íntimamente unido a aquello que se viene desarrollando en la carta hasta aquí. Es decir, va a mostrar que Abrahán se volvió justo por su fe (4, 1-8), antes de ser circuncidado (4,9-12) y sin la Ley (4, 13-17).

Pablo habla de la vida de Abrahán, y lo presenta como modelo de fe: “Abrahán tuvo fe en Dios y eso le fue reputado como justicia” (4,3; cf. Gn 15,6). Dios consideró a Abrahán justo no a raíz de sus obras, sino por haber creído sin colocar condiciones. La visión farisaica del mundo y de la religión aparece en el texto por medio de la comparación del asalariado (4, 4-5). Quien ha contratado a un trabajador le tiene que pagar. Era así que los fariseos entendían la religión. Pero no sucede lo mismo con Abrahán. Él no trabajó, o sea, no recibió la Ley como condición para que Dios le concediese la gracia. Al contrario, sencillamente creyó en Dios, y eso fue suficiente.

Para reforzar este argumento Pablo cita otro texto de la Escritura, el Salmo 32, 1-2,  atribuido a David. Este salmo proclama la felicidad de quien fue perdonado no por el propio merecimiento, pero sí por el don de Dios que es fiel. Con esas dos citas, Pablo llama
a dos exponentes de la fe en Israel: Abrahán, "el padre de nuestra raza", y David, considerado el rey justo. Ciertamente Pablo piensa que David sea realmente el autor de ese salmo y que lo haya compuesto después de haber sido perdonado por cometer una falta grave. De esta manera queda comprobada la tesis de la carta: Abrahán, impío, fue justificado por la fe; David, pecador, fue perdonado no por practicar la Ley, pero si por pura gratuidad de Dios. Por eso son felices.

Examinando la vida de Abrahán, Pablo descubre que la circuncisión fue hecha después de que él fue considerado justo por causa de la fe. ¿Por tanto, qué valor tendría la circuncisión? “Él recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia que viene de la fe, que él ya había obtenido cuando todavía no estaba circuncidado” (4, 11a). En la visión farisaica, la circuncisión era la puerta de entrada para la práctica de la Ley. Entrando por esa puerta todo judío podría llegar a la justificación. Con Abrahán sucedió lo contrario. Él fue considerado justo antes de circuncidarse, de manera que la circuncisión tiene otro sentido. Ella, de alguna forma, representa la respuesta de la fe que Abrahán depositó en Dios. Por consiguiente, no es puerta de entrada, pero sí de salida. Pero más que señal de compromiso, es señal de reconocimiento y de gratitud para con Dios fiel y verdadero.

Visto bajo este prisma, Abrahán se vuelve “padre de todos los no circuncidados que creen”. También es padre de los judíos circuncidados, pero eso no es suficiente, pues, como se dijo anteriormente, “aquello que hace al judío no es lo que se ve, ni el sello visible en la carne... pero sí lo que está escondido, la circuncisión del corazón” (cf. 2, 28-29a). Luego, Abrahán es el padre de toda la humanidad que cree.

¿Por consiguiente, quiénes son los herederos de Abrahán? Pues a él y a sus descendientes fue prometido el mundo en heredad. Percibiendo que él es “el padre de todos nosotros” (4, 16), Y dado que se volvió justo por medio de la fe, lo mismo sucede con sus herederos. Éstos no se reducen a una raza (como quería la religión farisaica); al contrario, herederos de las promesas hechas a Abrahán son todos los que, como él, colocan la fe por encima de todo, pues con ella es que nos convertimos en sus hijos.

Qué es tener fe (4, 18-25)
Como hemos visto, las iglesias domésticas de Roma eran muy diversificadas en cuanto a su origen étnico, condición social y cultural. Pablo sabía acerca de esto, a pesar de no haber sido el fundador de esas comunidades y, probablemente, nunca haber estado en Roma antes de escribir la carta. Más, para él existe un eslabón de unión entre todos, y ese eslabón se llama "la fe en Jesucristo". Pablo fue fariseo irreprensible (Flp 3, 6), pero después que vivió la experiencia de Jesús, su vida y su visión de la religión cambiaron radicalmente. Como fariseo, creía que la práctica de la Ley volvía justas a las personas. Como cristiano, la justificación viene por medio de la fe, que es la adhesión a la persona y a la práctica de Jesús.

Reflexionando sobre este tema, él les recuerda a los romanos la persona de Abrahán, figura típica de quien  tiene fe en Dios. ¿Qué es tener fe? Sencillamente es entregarse y entregar la propia vida a Dios. Fue lo que sucedió con Abrahán. Su llamado por parte de Dios venía acompañado de una promesa: poseer la tierra, descendencia y dar el comienzo al pueblo de Dios, pueblo con vocación para no tener fronteras de raza o nación. Abrahán apostó todo con base en la llamada y a la promesa, sin buscar garantías. Aún más: creyó sabiendo la imposibilidad de tener descendencia, pues él era viejo y su esposa estéril: “Esperando contra toda esperanza, Abrahán creyó y se convirtió en padre de muchas naciones, conforme le fue dicho: Así será tu posteridad. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor -tenía unos cien años- y el seno de Sara, igualmente estéril”.

Dios llena a Abrahán de éxito y lo convierte en justo por su adhesión incondicional, sin exigir garantías, sin tener seguridad. Fue así -afirma Pablo- que Abrahán se convirtió no sólo en padre de Israel, sino en padre de todos los que creen en Dios y en Jesús. Lo mismo sucede con nosotros, afirma la carta. Nosotros somos justificados cuando creemos que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos para libramos de los pecados y damos vida nueva. Por tanto, los cristianos están llamados a hacer como Abrahán: hacer la propia adhesión a Dios y a Jesús, sin exigir pruebas, sin buscar seguridades o garantías.
Para continuar reflexionando

  1. ¿Cuál es la gran novedad que Dios preparó en la persona de Jesucristo?
  2. ¿Por qué la religión de la Ley se convierte en un fardo pesado que no logramos cargar?
  3. ¿Cuáles son las características más importantes en la vida de Abrahán, resaltadas por la carta? ¿Esto nos dice hoya nosotros algo?
  4. La religión de la Ley no deja espacio para el don y             la gratuidad. Comentar con ejemplos.
  5. ¿Cómo es que nos volvemos descendientes y herederos de Abrahán? ¿Qué es tener fe?

4
VIVIR DE UN MODO NUEVO
(5, 1-8,39)

El inicio de un nuevo camino (5, 1-11)
“Habiendo, pues, recibido de la fe la justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la ira! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación”.
Pablo acaba de afirmar que la humanidad no puede salvarse por su propia cuenta. Pero Dios la salva, esto es, la justifica, concediéndole el perdón bajo esta condición: que ella crea en Jesucristo, que dio a conocer el proyecto del Padre. Creer y aceptar a Jesús y comprometerse con Él.

La muerte y resurrección de Jesús son el perdón que Dios concedió a la humanidad: “Así, justificados por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (5, 1). Jesús restableció la alianza entre Dios y su pueblo, no por causa de los méritos de las personas, pero sí por la acción de Dios fiel. De hecho, -Pablo piensa-, si fuésemos justos, no necesitaríamos de alguien que muriese por nosotros; tal vez sí, si fuésemos personas de bien. En efecto, Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos débiles, injustos y pecadores (5, 6-8), Y esto sólo resalta la fuerza de la gracia de Dios. Este dato anima la esperanza de los cristianos en medio de los conflictos, con la seguridad de alcanzar la gloria de Dios (5,2). Los discípulos de Jesús caminan en la fe hacia la esperanza en la salvación definitiva, a pesar de no haber superado todavía todas las alienaciones, de las cuales la muerte es la última expresión. Caminan bajo el impulso del amor desinteresado de Dios (v. 8) con el compromiso de ser gratos y al mismo tiempo gratuito en sus relaciones.

El texto apunta hacia un nuevo camino. A primera vista parece que la humanidad podría descansar tranquila frente al perdón que Dios le concedió en Jesucristo, mediante la justificación por medio de la fe, en presencia del acceso abierto a la gracia. Pero eso es solamente el comienzo de un nuevo camino. En efecto, el texto comienza a hablar de la esperanza, y esa palabra proyecta la humanidad hacia el futuro, abriendo nuevos horizontes.

La esperanza nace en un contexto de conflicto. En efecto, la carta habla de tribulación. No se trata de una sencilla retórica. Pablo está colocando los pies sobre la tierra, pues sabe que el anuncio del Evangelio en una sociedad conflictiva genera tensiones y reacciones inesperadas. Es en ese terreno invadido y peligroso donde brota la esperanza. Las tribulaciones son las tensiones, enfrentamientos, conflictos y peligros que surgen cuando el Evangelio echa raíces en una sociedad conflictiva. Lejos de desesperar, Pablo afirma que la tribulación genera la perseverancia, esto es, la resistencia y la fortaleza propias de quien se adhirió a Jesús de manera plena e incondicional. La perseverancia, por su cuenta, provoca la fidelidad comprobada, o sea, demuestra que el camino es verdadero; y quien camina por él, es el discípulo fiel de Jesucristo. La fidelidad comprobada genera la esperanza de que el proyecto de Dios va a ser finalmente implantado en la sociedad, cambiando el rumbo de la historia.

Por tanto, el nuevo camino está sólo comenzando, pero ya viene marcado por la tribulación. Pablo no retrocede ni se avergüenza. Al contrario, se gloria de poder participar de la misma suerte de Jesús.

De la muerte a la vida (5, 12-21)
Pablo presenta dos personajes de los cuales dependen dos modos de vida contrastantes entre sí: Adán y Cristo. El primero, desobediente, introdujo en el mundo el pecado. Solidarios, con él, todos pecaron y todos están bajo el régimen de la muerte. El segundo, obediente, trajo a la humanidad la gracia y el don, de donde nace la vida para todos. El interés de Pablo no es tanto mostrar el contraste entre Adán y Cristo, sino reforzar la idea de que, por causa de lo que Jesucristo hizo por nosotros, estamos viviendo tiempos y regímenes nuevos, pues en él la humanidad renació para la vida plena. El tiempo de la gracia es infinitamente superior al régimen de la esclavitud y de la muerte, pues “Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!” (5, 15).

Cada uno de nosotros traemos a Adán en nuestra carne. Él es nuestro padre, hermano e hijo al mismo tiempo, pues nosotros también nos dejamos someter por la autosuficiencia y la ambición desmedida. No obstante, la vida nueva, que es la participación en la muerte y resurrección de Jesús, hizo de nosotros seres nuevos. Esto no es mérito nuestro, pero sí fruto de la solidaridad de Jesús que, con su muerte, nos justificó, haciéndonos pasar de la muerte a la vida.

Y la Ley, ¿cuál era su función? Ciertamente no tenía la capacidad de justificar, como hizo Jesús (5, 9) sino sencillamente "tener plena conciencia de la culpa” (5, 20a). Pero con Jesús todo fue diferente: por medio de Él la gracia fue extremadamente abundante (5, 20b-21).

Con Jesús pasamos de la muerte a la vida (6, 1-14)
Anteriormente, dos veces consecutivas la carta deja una brecha no restaurada. La primera se encuentra en 3, 8: “Y ¿por qué no hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos?”; la segunda se encuentra en 5, 20b: "pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Pablo intenta profundizar en este tema, respondiendo a las posibles objeciones. En pocas palabras, la pregunta que alguien podría hacer es esta: “¿Debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique?” (6, lb).

Comienza aquí un tema que ya estaba esbozado en el capítulo 5, el del bautismo. ¿Cómo lo entiende Pablo? El bautismo para él es identificación con Cristo en su muerte y resurrección. En otras palabras, los adultos que lo recibieron estaban dispuestos a romper con un pasado que los ataba a una sociedad injusta y desigual, y se comprometían a vivir una nueva realidad, marcada por la justicia, fraternidad, igualdad, etc. (cf. por ejemplo Ga 3,28). En la mayoría de las comunidades fundadas por Pablo, el rito del bautismo se realizaba al lado de una piscina o de un río. Aquel que iba a ser bautizado se sumergía (muerto al pasado) y se levantaba (resurrección para la vida nueva), representando con esto su identificación con la muerte y resurrección de Cristo. Es por esto que Pablo afirma:
"Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoran que cuántos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
 Porque si nos hemos injertado en Él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él, a fin de que fuera destruido el cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda libre de pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre Él” (6, 2-9).
El morir y resucitar con Cristo en el bautismo tiene consecuencias que envuelven toda la vida del cristiano. Él pasa a ver las cosas de manera diferente, reconociendo, por un lado, la sociedad injusta en que vivía y con la cual estaba comprometido y, por otro lado, asumiendo un nuevo modo de ver las cosas y a las personas, creando relaciones de fraternidad, igualdad y justicia entre todos. Esto no significa que el bautizado, deba irse hacia otro mundo; al contrario, su camino y su historia se van tejiendo en medio de una sociedad injusta y desigual, pero él se vuelve capaz de crear nuevas relaciones que transformen la mentira en verdad, la desigualdad en igualdad, la injusticia en justicia, el egoísmo en solidaridad.

Así como la muerte de un culpado pone fin a la acción judicial que pesaba sobre él (6, 7), de la misma  manera el bautizado una vez asumido su compromiso, rompe para siempre con un tipo de sociedad fundada en la injusticia. En este esfuerzo el bautizado invierte toda su vida y sus energías: “No hagan ya de sus miembros instrumentos de injusticia al servicio del pecado; sino más bien, ofrézcanse ustedes mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y sus miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios” (6, 13). Es inútil creer o esperar que la gracia transforme de manera mágica el mundo injusto y desigual en que vivimos. El mundo es una cantera de obras en la que todo puede ser construido, el bien o el mal. Le corresponde al bautizado, como respuesta a su fe y al perdón que Dios le concedió en Jesucristo, invertir todos sus recursos para que la justicia fermente en la sociedad.

¿A quién servir? (6, 15-23)
La reflexión alrededor de este tema prosigue, señal de que Pablo fue duramente criticado en algunos ambientes. Por eso pretende sacar todo en limpio. Para profundizar en este aspecto "debemos cometer pecados, porque ya no estamos bajo la Ley, pero sí bajo la gracia", recurre a la metáfora de los esclavos libertos. El bautismo representa la liberación de la esclavitud de la Ley y del pecado y el nacimiento a una vida nueva. Marca, de esta manera, una clara separación entre un antes y un después. Antes del bautismo las personas estaban esclavas del pecado. Ahora, bautizadas, se convirtieron en esclavas de la justicia o de Dios. Es el compromiso bautismal llevado a la radicalidad. En el fondo, el bautismo traza las fronteras entre una manera de vivir que conduce a la muerte y una manera de vivir que lleva a la vida: "Pues, cuando eran esclavos del pecado, eran libres respecto de la justicia. ¿Qué frutos cosecharon entonces de aquellas cosas que al presente los avergüenzan? Pues su fin es la muerte. Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructifican para la santidad; cuyo fin es la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (6, 20-23).

El cristiano libre de la Ley (7, 1-6)
Anteriormente Pablo dijo que “quien está muerto, está libre de pecado” (6, 7). Aprovechando este tema, él ahora desarrolla otro que es semejante, es decir, el del cristiano que, al ser bautizado (el bautismo comparado con la muerte), está libre de la Ley. No pertenece más al viejo régimen de la letra, sino que entra en una nueva vida, el régimen nuevo del Espíritu.

Pablo para explicar su pensamiento recurre a una comparación: el compromiso de la esposa con su esposo permanece en cuanto el marido esté vivo. Muriendo éste, se acaba el vínculo, y la mujer queda libre. Explicando los términos: la esposa son los cristianos; el marido es la Ley; la muerte del esposo es el bautismo, momento de emancipación de los cristianos; dejan de estar vinculados a un régimen antiguo y se vuelven libres para abrazar lo nuevo. La liberación sucedió "por el cuerpo de Cristo", es decir, la muerte de Cristo en la cruz fue la acción que nos liberó de la Ley.

Pablo percibe que, describiendo de esta manera el tiempo del compromiso con la Ley, se expone a considerar la Ley como pecado. Él busca colocar las cosas en su debido lugar: “¿Qué decir, entonces? ¿Que la leyes pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo yo no conocí el pecado sino por la ley. De suerte que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: ¿No te des a la concupiscencia!” (7, 7-8). Ley y pecado no son la misma cosa. La Leyes santa, el mandamiento también lo es. Pero el pecado logró explorar la Ley para sus propios objetivos. Probablemente Pablo tiene en mente el capítulo 3 del Génesis. Allá tenemos el proyecto de Dios, una ley, el pecado y las consecuencias del mismo. La ley que ordenaba no comer del árbol era buena, no representaba una privación para el ser humano. Todavía, la prohibición ocupó todos los espacios, convirtiéndose en una obsesión. La serpiente se aprovechó de la prohibición para arruinar al ser humano.

A pesar de ser buena y santa, la ley sólo tiene fuerza para ordenar (haz esto) o prohibir (no haz aquello), sin poder eliminar el pecado. Esto sólo refuerza la consecuencia de los errores, provocando más egoísmo y permitiendo que el ser humano conscientemente infrinja la Ley en lugar de cumplida.

Continuando con la descripción del viejo régimen de la Ley, tiempo “en que vivieron sometidos a los instintos egoístas”, Pablo traza el perfil del ser humano sin la gracia de Dios. Él habla en primera persona, como si fuese una experiencia personal y única, pero en ella podemos ver el retrato de todo ser humano, un espejo en el cual todos nosotros podemos contemplamos:
“Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Pues bien sé yo que nada bueno tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero. y, si hago lo que 110 quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí.
Descubro, pues, esta ley: aunque quiera hacer el bien, es el mal que se me presenta. Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que luchan contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” (7, 15-24).
¿De quién está hablando Pablo? ¿De él mismo? ¿De los cristianos? ¿De los que viven bajo el régimen de la Ley? Los estudiosos se debaten alrededor de varias hipótesis. Es probable que Pablo se esté refiriendo al ser humano sometido a los instintos egoístas, o sea, aquella situación en la que se encuentra toda persona que no hizo la experiencia de la gracia de Dios. En otras palabras, parece que se trata de un retrato de toda persona envuelta en una sociedad injusta y desigual. Pablo estaría siendo incoherente si se refiere a la condición de los bautizados, los que fueron justificados por la sangre de Cristo y enfrentan tribulaciones en la esperanza. En efecto, el versículo 25 (“¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor!”) es la certeza que él tiene de que alguien puede liberado de este “cuerpo de pecado”. Y ese alguien se llama Jesucristo. En su muerte y resurrección fuimos liberados. Y en el bautismo fuimos incorporados a Él, dejando atrás el compromiso con la justicia para ofrecer nuestros miembros como instrumento de justicia.

La vida en el Espíritu (8, 1-39)
El capítulo 8 de Romanos puede ser resumido en esta fiase: la vida en el Espíritu. La palabra "Espíritu/espíritu" es la que más aparece. En este capítulo, Pablo presenta los dos principios básicos que orientan la vida del cristiano: el Espíritu que comunica la vida (8, 1-13) Y la adopción divina (8,14-30). Los versículos restantes del capítulo (8, 31-39) son un himno a Dios que realiza su proyecto en la historia de la humanidad.

a. El Espíritu que comunica vida (8, 1-13)
El capítulo 8 deja de lado el "antes" (con su dramática pregunta: “¿quién me liberará de este cuerpo de muerte?") para mostrar el "ahora" del cristiano comprometido con el proyecto de Dios. El Espíritu Santo, que animó toda la vida de Jesús, se manifiesta en la vida de las comunidades, ayudándolas a recordar todo lo que Jesús hizo, con el fin de que puedan dar continuidad al proyecto de Dios. Vida en el Espíritu y, pues, vivir de la misma manera como Jesús vivió, dándose plenamente. La Ley del Espíritu es la ley de las opciones que animaron a Jesús e implantaron el proyecto de Dios en nuestra historia.

A esto se opone la "vida según los instintos egoístas" (vida según la carne). Para Pablo, carne es la persona abandonada a sí misma y a su egoísmo, haciendo de sí misma un ídolo o adoradora de ídolos. Quien vive según la carne se coloca como centro de todo: el mundo entero gira alrededor de las personas y de sus intereses. De esta manera las personas se esclavizan de sí mismas, se adoran a sí mismas y buscan la propia auto-afirmación. De esto nacen los instintos egoístas. Vivir según la carne es orientar la vida por criterios contrarios a los de Jesús, que fueron criterios de donación y entrega hacia los otros. Allí no reside el Espíritu de Dios. La oposición entre la vida según el Espíritu y la vida según los instintos egoístas aparece cuatro veces en el texto; 1. "Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual" (8,5).2. "Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz" (8, 6).

3. "Ya que las tendencias de la carne llevan alodio de Dios: no  se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden;... Mas ustedes no  viven según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes" (8,7.9).4. "Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, púes, si viven según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo, vivirán" (8, 12-13).

Al ser bautizados, recibimos el Espíritu que animó la vida de Jesús. Nosotros también somos movidos por el Espíritu, pues él habita en nosotros (8, 11). Por eso el cristiano no se coloca como el centro del mundo: al contrario, el centro de su vida es la persona de Jesús y su proyecto y la persona de los otros con sus necesidades.

El espíritu es la fuerza del Padre que generó a Jesús. Él es, por tanto, fuerza de encarnación. Vivir en él es encarnarse en la realidad de la misma forma que Jesús, pues quien no se encarna jamás será capaz de colaborar positivamente en la transformación de la sociedad. Los que viven según el Espíritu entienden que liberación es salir de sí hacia los otros, de la misma manera que Jesús, regresando al seno de su Padre, salió del Padre y vino a habitar en medio de nosotros.

Pablo presenta una de las grandes antítesis encontradas a lo largo de sus escritos: la incompatibilidad entre la vida en el Espíritu y la vida según la carne. La vida según la carne es estar lejos de Dios, orientando la propia conducta según los instintos egoístas; es la fuerza que contrasta con el proyecto de Dios.

La sociedad romana defendía cierto fatalismo frente a los instintos egoístas, sin alternativa de cambio. El ser humano sería, pues, deudor de ese proyecto de muerte.

Para Pablo, existe una fuerza capaz de romper ese circuito cerrado de egoísmo, pecado y muerte. Esa fuerza es el mismo proyecto de Dios revelado en Jesús muerto y resucitado, que comunica su Espíritu. Adherirse a Jesús en la fe es asumir el bautismo como compromiso a medida que el compromiso con el Espíritu de Jesús es la manera de pasar de la vida según la carne a la vida según el Espíritu. En Jesús, Dios perdonó a la humanidad envuelta y arrastrada por el egoísmo. Con la resurrección de Jesús fuimos hechos victoriosos y resucitados con Él, aptos para poseer la vida en plenitud. No obstante, pasar de la vida según la carne a la vida según el Espíritu no es un acto mecánico, pero sí comporta gran dosis de riesgo, desafió y muerte a las obras del cuerpo (8, 13). Es fruto de opción consciente, acompañado por el serio compromiso de vivir según el Espíritu que animó a Jesús, que es el Espíritu de la vida. Por tanto, hacer vivir en nosotros "el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos" (8, 11) es reproducir, en nuestra condición humana, aquellas opciones de vida que orientaron a Jesús hasta el fin, pasando del egoísmo a la donación total; es recomponer al ser humano, que no es víctima de fatalismo ciego, sino constructor de la vida que refleja la propia vida que Dios desea a la humanidad. Las relaciones sociales adquieren su verdadera afección, eliminando todo lo que pueda conducir hacia la injusticia y hacia la muerte.

"Nosotros somos deudores del fatalismo", afirmaba la sociedad romana. Pablo responde que, si somos deudores, ciertamente no lo somos del fatalismo, pero sí del Espíritu. Esta deuda para con el Espíritu de la vida debe reforzar nuestra opción a favor de la vida en todas sus manifestaciones.

b. Somos hijos de Dios (8, 14-30)
Pablo corrige una distorsión de fuerte impacto sobre las comunidades y sobre la sociedad en general. Las personas se dejaban guiar por la idea de que todos somos "hijos" del fatalismo, víctimas del destino. Esto se vuelve particularmente grave si fuera visto dentro de una sociedad desigual e injusta. En este caso, todo conduciría a creer que no habría salida ni esperanza para los pobres y explotados. El fatalismo sería el punto final que sepulta todas las esperanzas del pueblo. Pablo afirma que, por causa de la muerte y resurrección de Jesús y de la efusión del Espíritu Santo, todos podrán tener acceso al proyecto de Dios, esclavos del fatalismo. Eso sí, somos hijos y herederos del proyecto de Dios.
"Todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido /In espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con Él glorificados" (8,14-17).
El Espíritu genera una nueva forma de relacionarse con la sociedad y un nuevo tipo de religión. La suprema vocación de la humanidad es llegar a la fraternidad universal, tiempo en el que todos puedan llamar a Dios "Padre", reconociéndose y siendo reconocidos por Él como hijos. El motor de esa transformación se llama Espíritu Santo, que trae vida nueva para todos los que abandonan el régimen de los "instintos egoístas". La vocación de la humanidad es, pues, ser la familia de Dios, espacio de fraternidad en que todos se consideran hermanos en igualdad de condiciones. Con la familia de Dios, la humanidad es depositaria de la herencia junto con Jesucristo.

Pero los cristianos de Roma vivían tiempos de crisis y sufrimiento. Y se preguntaban: Si Jesús es el Salvador, ¿por qué tenemos que sufrir? ¿Por qué la liberación no se concretiza para nosotros? Pablo les muestra que ser cristiano es vivir en tensión para el futuro de la humanidad y del universo en Dios. Esa tensión ahora se manifiesta de diferentes maneras. En los versículos 19 al 27 se muestran tres síntomas de tensión por la espera del mundo nuevo: la creación que sufre los dolores de parto (8, 19,22), la expectativa de los cristianos (8,23-25) Y los gemidos inefables del Espíritu (8,26-27).

La tensión para el mundo nuevo, para el proyecto de Dios está descrita por Pablo con la imagen del parto. La creación y los hijos de Dios sienten constantemente los dolores de parto. La naturaleza y la humanidad están envueltas en ese proceso de dar a luz el mundo nuevo, el proyecto de Dios. Pablo piensa, por tanto, que el sufrimiento presente no es estéril cuando es visto como parto del mundo nuevo. La filiación divina y la vida en el Espíritu Santo no dispensan al cristiano de vivir en continua tensión por la vida, por la transformación y la liberación definitivas; al contrario, ser hijo de Dios y poseer los primeros frutos del Espíritu es generar y dar a luz constantemente el mundo nuevo.

El segundo síntoma de tensión son las expectativas de los cristianos. Ellos esperan constructivamente la adopción y la liberación (8, 23). Desde ya ellos tienen las primicias (primeros frutos) del Espíritu. Esas primicias prometen buena cosecha y garantizan que los frutos del Espíritu sean de mejor calidad. Con todo, no se llega allá sin esfuerzo, ni el Espíritu genera un mundo nuevo sin nuestra participación. La liberación de los hijos de Dios pasa por la esperanza activa, es decir, aquella esperanza que se hace con las manos, los pies y el corazón.

Aún más, ¿como discernir el camino de la liberación? Concretamente, ¿eso que representaba para las comunidades romanas envueltas en tantos conflictos? Así surge el tercer síntoma de tensión rumbo al mundo nuevo: el Espíritu que actúa en la comunidad, indicando el camino. El viene en auxilio de nuestra debilidad, pues no sabemos lo que conviene pedir (8, 26a). Él se vuelve en nuestra mejor oración de súplica, el mayor confort en la esperanza, pues intercede en nuestro lugar con gemidos que las palabras no logran expresar (8, 26b). Los gemidos del Espíritu en favor de los cristianos están en perfecta sintonía con la voluntad de Dios. Éste, a su vez, conoce los deseos del Espíritu (8,27). El Espíritu quiere que seamos liberados y salvados. También es este el deseo más profundo de la humanidad. Siendo el Espíritu el intérprete de nuestros sentimientos más íntimos, se vuelve el portavoz de la súplica de cuantos luchan por el mundo nuevo.

Nosotros somos hijos de Dios y, como tales, estamos destinados a la gloria. Esto hace parte del proyecto de Dios, que propone la vida en plenitud, de acuerdo con su voluntad. Dios creó al ser humano destinado para la gloria y no hacia el fracaso, como promulgaban ciertas corrientes del pensamiento fatalista de la época.

Pablo, mediante el discernimiento a la luz de la práctica de Jesús muerto y resucitado, llegó a la certeza ("sabemos") de que "en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio" (8, 28). ¿Cómo llegó a esa conclusión? Leyendo los sucesos y la vida a partir de lo que Dios realizó con la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y con la efusión del Espíritu Santo. Con base en esto, Pablo descubre el Dios del amor que provee las necesidades de los que creen en Él (cf. Sal 97, 10; 145, 20; Qo 8, 12; Si 34, 16), llegando al gesto impar del amor, perdonando a la humanidad e invitándola a la vida por medio de la muerte y resurrección de su Hijo (cf. 8, 3).

Los cristianos de Roma tuvieron conocimiento del amor de Dios por medio del anuncio del Evangelio. Convirtiéndose en cristianos a través de Él. Volviéndose cristianos respondieron al Evangelio y, todavía más, al amor de Dios. El ápice del proyecto divino es Dios siendo glorificado y los seres humanos participando de esa gloria, convirtiéndose "en imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos" (8, 29). Pablo sintetiza lo que es la filiación divina: es ser hijos en el Hijo, haciendo que el mundo sea una gran fraternidad,  con un único Padre: Dios. Éste es el objetivo del anuncio evangélico dirigido a las personas.

Los cristianos de Roma tenían conciencia de lo que significaba ser hijos de Dios. Pero les costaba creer, porque miraban preferentemente hacia el número de los propios límites y faltas. Pablo garantiza: quien fue llamado a vivir, en el Hijo, la filiación divina, ya fue perdonado por Dios ("a los que llamó, a esos también los justificó"). La precariedad humana no es el factor decisivo; decisivo es el amor del Padre que perdona. Y no sólo perdona, sino que también glorifica, es decir, va dirigiendo hasta que todos puedan vivir en la plenitud de su amor (8,30).

c. Himno al amor de Dios (8,31-39)
Los últimos versículos del capítulo 8 son un himno al amor que encierra toda la primera parte de la carta (las otras partes también terminan con un himno de amor o manifestando un deseo: cf. 11, 33-36; 15, 13; 16, 25-26). Pretenden ser la conclusión de todo lo que Pablo argumentó. Por eso es la hora de glorificar a Dios, celebrando su fidelidad y la seguridad de que nada nos podrá separar del amor del Padre y del Hijo.

El capítulo 8 comienza con una convicción: "Ya no existe ninguna condenación para aquellos que están en Jesucristo" (8, 1). Y las preguntas que Pablo hace en los versículos finales no admiten otras respuestas sino éstas: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (8, 31b). "El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él graciosamente todas las cosas?" (8, 32).” “¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica" (8, 33). "¿Quién condenará? Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros?" (8,34).

Si Dios no está contra nosotros, no nos niega nada, no nos acusa, no nos condena, ¿quién de nosotros se atreve a hacer aquello que Dios no hace? Por tanto, la responsabilidad es de cada uno y de todos.
Pablo continúa presentando sus convicciones: "¿Quién nos separará del amor de Cristo?" (8, 35a). Prosigue una serie de obstáculos o, si quisiéramos, de consecuencias que el cristiano enfrenta para vivir el proyecto de Dios. Estos obstáculos son modos de represión de la sociedad injusta que persiguió a Pablo y a los cristianos: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada (8, 35b). Aquí se nota una gradación que va desde la tribulación hasta el peligro fatal: la muerte por medio de la espada. Tal vez sea posible detectar las etapas de este proceso. Las tres primeras (tribulación, angustia, persecución) marcaron gran parte de los viajes de Pablo. El anuncio del Evangelio sistemáticamente le acarreó persecuciones por motivos de la Palabra. Las dos siguientes (peligro, espada) apuntan hacia la consecuencia de un fin trágico: tarde o temprano su sangre será derramada. Pablo toma conciencia de que su camino puede conducido hasta la muerte.

Poseer el Espíritu y ser hijo de Dios acarrea una lucha constante contra las fuerzas que intentan impedir el proyecto de Dios. Ser cristiano es estar en pleno campo de batalla, pero con la conciencia y la actitud de victorioso: "En todo eso somos más que vencedores (literalmente supervencedores), gracias a aquél que nos amó" (8, 37). No se trata de aguardar una victoria futura y distante, pero ser ya vencedor en medio de los conflictos presentes. La razón de esto es amor de Dios que, en Cristo muerto y resucitado, venció definitivamente el poder hostil e injusto. La lucha de los cristianos es una ¡supervictoria!

Los versículos 38-39 continúan describiendo la conciencia del cristiano ente a las fuerzas hostiles. La convicción de Pablo es que nada nos podrá separar del amor de Dios: vida-muerte son los dos extremos, y esto muestra que el amor tiene fuerza para vencer a la muerte y renovar la vida para siempre; ángeles y soberanías son categorías superiores; ninguna "fuerza superior" es capaz de vencer la fuerza del amor; presente y futuro son categorías temporales: no lograrán destruir ese amor; fuerzas, altura y profundidad son energías cósmicas misteriosas y hostiles a la persona: no podrán resistir frente al amor. Pablo concluye: nada ni nadie (=ninguna criatura) nos podrá separar del amor de Dios que está presente en Cristo Jesús, nuestro Señor (8, 39b).

Para continuar reflexionando

  1. ¿Cuáles son las tribulaciones que enfrentan los agentes de pastoral en nuestros días? Esas tribulaciones ¿de dónde vienen? ¿Cómo conservar la perseverancia en esas ocasiones?
  1. La muerte y la resurrección de Jesús ¿qué represen tan para los cristianos? 
  1. ¿Por qué el bautismo era tan importante para los primeros cristianos? ¿Hoy continúa siendo para nosotros? 
  1. ¿Es posible percibir un "antes" y un "después" en la vida de las personas que se convierten? 
  1. ¿Hoy qué sería "ofrecer" los propios miembros como instrumento de la justicia para Dios?
  2. Todos estamos al servicio de algo o de alguien, de una manera o de otra. Comentar con ejemplos. ¿Eso nos hace libres o nos convierte en esclavos? ¿Por qué?
  3.  ¿La Leyes capaz de salvar? ¿Por qué?
  4. "No hago el bien que quiero, pero sí el mal que no quiero". ¿Esto puede ser considerado una radiografía del cristiano? ¿Por qué?
  5. ¿Qué es la vida en el Espíritu? ¿Por qué se opone a la vida según los instintos egoístas?
  6. ¿Hoy qué serían los instintos egoístas?
  7. ¿Alrededor nuestro existen señales de que el mundo nuevo está naciendo?


Segunda parte
DIOS E ISRAEL
(9,1-11,36)

La segunda parte de la carta está dirigida hacia la relación entre Dios e Israel. Pablo es judío, y como tal se preocupa con los de su raza. Varias personas de las comunidades cristianas de Roma eran de origen judío. Pablo invita a los de su raza a una profunda reflexión sobre la relación entre Dios e Israel. ¿Por qué algunos judíos rechazaron a Jesús, expresión más alta del amor de Dios para con su pueblo?


5
DIOS E ISRAEL
(9, 1-11,36)

Dios siempre amó a su pueblo (9, 1-5)
La gran angustia que atormentó la vida de Pablo fue el rechazo que sus hermanos en la carne dieron al anuncio del Evangelio. En efecto, desde su conversión hasta la estadía en Roma, él se esforzó por anunciar el proyecto de Dios a los de su raza. A cambio recibió rechazos, acusaciones y persecuciones sistemáticas. El rechazo al Evangelio por parte de los parientes de Pablo "según la carne" creaba los obstáculos a la misma evangelización en medio de los paganos.

Pablo comienza su argumentación con la plena conciencia de estar diciendo la verdad en Cristo, apelando al testimonio del Espíritu Santo (9, 1). Él no entiende el porqué del rechazo. Y su dolor es grande (9, 2) que, para conducidos hasta Cristo, desearía ser maldito, separado de Cristo (9,3), es decir, privado de la comunión con Jesús (cf. Ga 1,9). Es posible ver en este gesto de Pablo la repetición de la petición de la súplica de Moisés, que coloca en juego su propia vida para salvar al pueblo: "Pero ahora, ¡si quieres perdonar su pecado...!, si no, bórrame del libro que has escrito" (32,32).

Más adelante (9,4-5), aparece la herencia religiosa y cultural de Israel. Son ocho pruebas indiscutibles del amor de Dios. Nótese un crecimiento de la fidelidad de Dios, que va desde la adopción de Israel como pueblo elegido hasta el hecho de Cristo según la carne haber nacido en medio de él: "Son israelitas; de ellos es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, y los patriarcas; de ellos también procede Cristo segÚn la carne" (9, 4-5a).

Pablo constata que el proyecto de Dios sufre resistencias exactamente por parte de los que recibieron las mayores pruebas de fidelidad de Dios. No obstante, su preocupación no es la de incitar a la polémica; al contrario, inclusive acepta ser maldecido, separado de Cristo para que el impase sea superado. Su vida no cuenta cuando se trata de encontrar formas a fin de que el proyecto de Dios sea aceptado por todos. Él cree firmemente que no abandonó a su pueblo, pues la fidelidad divina permanece inalterable.


¿Quién es el verdadero Israel? (9, 6-13)
En coherencia con lo que se viene desarrollando desde la primera parte de la carta, Pablo ahora muestra que no es suficiente con ser hijo de Abrahán (o pertenecer al pueblo de Israel) para ser el verdadero Israel: "No todos los descendientes de Israel son Israel. Ni por ser descendientes de Abrahán, son todos hijos" (9, 6b-7a). Para comprobar esto recuerda que solamente Isaac fue considerado heredero de Abrahán, por ser el hijo de la promesa; recuerda también que Esaú, a pesar de haber nacido antes que Jacob, se convirtió en siervo del hermano más joven. ¿Por qué? Porque Dios es libre para elegir, y no mira hacia las obras (cf. 9, 12).

Para participar del pueblo de Dios no es necesario pertenecer a una raza o haber sido beneficiado con los privilegios. De otra forma, las obras no obligan a Dios, pues si así fuera, Dios no podría ser llamado el Misericordioso.

La elección depende de la misericordia de Dios (9, 14-29)
Pablo se dio cuenta que, al profundizar en el tema de la libertad con que Dios elige, podría abrir una brecha para que las personas pensaran que Dios es arbitrario en sus opciones. Una vez más muestra que la elección no depende de las obras (ciertamente está refiriéndose a 9, 4-5a):
"¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Pues dice Él a Moisés: Seré misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade. Por tanto, no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia. Pues dice la Escritura al Faraón: 'Te he suscitado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra. Así pues, usa de misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere" (9,14-18).
Así queda, resaltada la soberana libertad de Dios. Si las obras de las personas (o de Israel) condicionasen a Dios, Él ya no sería libre y también no sería misericordioso, pues la misericordia supone un gesto inesperado de bondad y compasión. Inclusive, alguien puede objetar: Si es así, ¿por qué Dios se queja si las personas no cumplen su voluntad? Este tema es muy semejante al que apareció en la primera parte, es decir, si nuestros pecados colocan en relevo la bondad y la fidelidad de Dios, ¿por qué no pecar? (cf. 3, 8a; 6, 1ss).

Para aclarar este interrogante Pablo recurre a una comparación ya usada por Isaías 29, 16; 45, 9 y Jeremías 18, 6. Dios es el alfarero, nosotros el barro. ¿El barro puede reclamar o rebelarse en contra del alfarero? Claro que no. Además, esa comparación está presente en el segundo relato de la creación (Gn 2, 7). El ser humano está visto como algo que Dios puede moldear. La pretensión de muchos es querer moldear a Dios a su imagen y semejanza.
Haciendo una relectura de Óseas y de algunos textos de Isaías, Pablo muestra que la elección de los paganos ya estaba introducida en el mensaje de esos profetas (9, 25-29).

El error de Israel (9,30-10,21)
¿Dónde está el error de Israel? Justamente consiste en haber buscado la justicia por medio de las obras de la Ley, y no por medio de la fe, como los paganos. Dios no se deja manipular por nosotros, ni se deja comprar por nuestras obras. Pablo considera que los paganos recorrieron el camino cierto: de la fe en Dios pasaron, sin mediación de la Ley, hacia la fe en Jesucristo. No sucedió lo mismo con Israel que, en lugar de apoyarse en la fe, buscó seguridad en las obras. Pablo a esto lo llama" celo poco claro".

"Hermanos, el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios en favor de ellos es para que se salven. 'Testifico en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento. Pues, desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios. Porque el fin de la leyes Cristo, para justificación de todo creyente" (10, 1-4).

"El fin de la Leyes Cristo". Esta convicción orientó toda la vida y las relaciones de Pablo con el judaísmo. Él mismo hizo ese descubrimiento y lo convirtió en centro de su anuncio para los paganos, pero sobre todo para los de su raza. El esfuerzo de Pablo en 10, 5-13 justamente es el de mostrar la confirmación de ese principio. La salvación no está en la práctica de la Ley, pero sí en la aceptación de Jesús: "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para lograr la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación" (10,9-10). Por tanto, el Evangelio es la síntesis de todo lo que Dios anunció y realizó para el bien de la humanidad. Él está abierto y es accesible para todos por medio de la predicación de Pablo y sus compañeros.

La fe depende del escuchar, el escuchar depende del anunciar, el anunciar depende del envío. Todo esto que Pablo asegura fue realizado. Entonces, ¿cómo no se obtuvo el resultado final, qué es la fe, o sea, la adhesión a Jesucristo anunciado en el Evangelio? Pablo busca inspiración en Isaías 65, 1, que anuncia un encuentro; no es el encuentro de Dios con Israel, pero sí con los paganos: "Fui hallado de quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mí" (10, 20).


Dios no rechazó a Israel (11, 1-32)
La pasión de Pablo por los de su raza llega hasta el máximo punto de este tema. La pregunta fundamental es si Dios rechazó a su pueblo, en vistas de que Israel no aceptó el anuncio del Evangelio. No, Dios no rechazó a su pueblo. Al contrario, como en el pasado, también en el presente un resto permanece fiel: "Pues bien, del mismo modo, también al presente subsiste un resto elegido por gracia. Y, si es por gracia, ya no lo es por las obras; de otro modo, la gracia no sería ya gracia" (11,5-6). De ese resto, al cual Pablo pertenece como judío, nacerá lo nuevo.

Aún más, esto no es consuelo para Pablo. Él no se preocupa con la suerte de todos los de su raza que tropezaron. Por eso pregunta: "¿Es que han tropezado para quedar caídos? ¡De ningún modo! Sino que su tropiezo ha traído la salvación a los gentiles, para llenarlos de celos. y, si su caída ha sido una riqueza para el mundo y su mengua, riqueza para los gentiles ¡qué no será su plenitud!" (11, 11-12).

De esta manera, se abre un nuevo camino para Israel. Él, el pueblo elegido y amado, depositario de las alianzas y promesas, tropezó en el encuentro con su Dios. Su caída favorece la aproximación de los paganos. Como esposa de Yahvé, Israel quedará con celos y volverá a su esposo, permitiendo de esta manera que el proyecto de Dios abarque a toda la humanidad. Pablo afirma que él mismo estimula esos celos para que Israel sea reintegrado. Cuando esto suceda será como la resurrección de los muertos (11,13-15).

La atención de Pablo ahora está dirigida hacia los paganos. Éstos no tienen de qué gloriarse, pues nacieron de Israel, considerado como "primeros frutos santos" y "raíz santa". Los paganos son como ramos de olivo salvajes injertados en el lugar de los ramos cortados de Israel:
“Pero dirás: las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. ¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te mantienes. ¡No te engrías; más bien, teme! Que, si Dios no perdonó a las ramas naturales, no sea que tampoco a ti te perdone. Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad" (11, 19-22a).
Pablo cree que Israel volverá a su condición primera. ¿Hasta cuándo va a durar esa situación?, él no sabe. No obstante, él está convencido de que "los dones y el llamado de Dios son irrevocables" (11, 29). Llegará el día en que la misericordia de Dios también llegará para Israel, pues "Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia" ( 11, 32).

El amor de Dios es para todos (11,33-36)
El final de esta parte es un himno de amor al proyecto de Dios que envuelve amorosamente a todos. Su riqueza, sabiduría y ciencia son abismales, al punto de que su proyecto será insondable y sus caminos impenetrables (11,33), pues la misericordia divina supera infinitamente nuestra capacidad de comprensión.

Pablo encuentra en Isaías 40, 13.18 una comprobación bíblica para confirmar lo que está diciendo (11,34¬35). Pero la perplejidad frente a la incapacidad de sondear los pensamientos de Dios se transforma en himno de glorificación, con base en la siguiente constatación: el Señor nos salva no porque alcancemos la plenitud de su conocimiento, sino porque su misericordia supera los límites de nuestros esfuerzos. El proyecto de Dios es salvar gratuitamente a todos, en Cristo.

El versículo 36 resalta el señorío absoluto del Creador ("todas las cosas vienen de Él"), que da graciosamente vida y salvación a todos (todas las cosas existen "por medio de Él"), encaminando a la humanidad a la comunión con Dios (todas las cosas "son para él). La actitud fundamental del cristiano es la del reconocimiento y glorificación ("a Él pertenece la gloria para siempre"). El Amén es la firma de quien cree espera y glorifica la misericordia divina.

Para continuar reflexionando

  1. Nosotros, cristianos, debemos mucho a los judíos.¿Qué recibimos de ellos?
  2. Nosotros, cristianos, tenemos muchas cosas en común con los judíos. ¿Cuáles son?
  3. Nosotros, cristianos, hemos hecho mucho mal a los judíos a lo largo de la historia. ¿Podemos recordar ese mal?
  4. Nosotros, cristianos, podemos hacer muchas cosas  buenas con los judíos. ¿Cuáles serían?


 Tercera parte
LA VIDA CRISTIANA
(12,1-15,13)

La tercera parte (12,1-15, 13) encierra recomendaciones para la vida de las comunidades. Se trata de las relaciones de fraternidad y de justicia dentro y fuera de las comunidades que viven en contexto hostil y conflictivo.


6
 LA DIVERSIDAD: DONES Y DESAFÍOS
(12,1-21)

Pablo conocía varias personas de las comunidades de Roma. También conocía los dones de cada una y los desafíos de vivir en comunidad. De hecho, de estos temas es que trata el capítulo 12.
Nueva liturgia (12, 1-2)

Los sacrificios de los animales, en el Antiguo Testamento, constituían una de las formas clásicas de culto (liturgia) y de la comunión con Dios. Sabemos que la vida, muerte y resurrección de Jesús ayudaron a los primeros cristianos a examinar esa forma de culto y de comunión. Además, varios textos del Nuevo Testamento tratan sobre este tema. Para las primeras comunidades cristianas no quedan dudas de que los sacrificios de animales perdieron el sentido. Entonces, ¿cómo entrar en comunión con Dios? Para Pablo, el nuevo culto que las comunidades rinden a Dios no pasa por el sacrificio de animales, pero sí por la entrega de la propia vida, a semejanza de Jesús: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual" (12,1). Podríamos ir más allá, afirmando que el cuerpo de quien se compromete con la evangelización es el lugar del encuentro y de la comunión con Dios. La evangelización es auténtico “sacerdocio”. Quien se entrega a ella es, al mismo tiempo “sacerdote” y sacrificio vivo que agrada a Dios. Inclusive, como veremos más adelante, no se trata solamente del cuerpo en sentido físico. Pablo también está hablando del “cuerpo social”, o sea, de la comunidad-iglesia doméstico.

¿Cómo se da ese “sacerdocio”? El mismo texto ayuda a aclarar: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto”, (12,2). Los sacerdotes del Antiguo Testamento sometían a un riguroso examen de pureza ritual los animales que debían ofrecer en sacrificio, con el fin de ver si eran aptos para eso. Para cada agente de pastoral y a la comunidad-iglesia domestica la tarea es diseminar lo que agrada o no a Dios. En otras palabras, rechazar como “estructura de este, mundo” todo lo que no va de acuerdo con el proyecto de Dios y promover todo lo que aspira que la vida y para el proyecto de Dios. Por tanto, el inconformismo con la situación en que vive nuestro pueblo leería ser el punto de partida para la evangelización y la concretización del Reino.

Los siete dones de la diversidad (12, 6-8)
               Pablo conocía las comunidades de Roma por dentro. Como en la mayoría de sus cartas, reconoce los dones presentes en cada comunidad y estimula a las personas al crecimiento. Es lo que sucede en 12, 6-8, donde son enumerados los “siete dones” o ministerios laicales. Ciertamente Pablo no tuvo la pretensión de agotar el asunto. Por consiguiente, sabemos que el número “siete” tiene, en la Biblia, carácter simbólico, denotada totalidad, perfección. Al hablar de “siete” estaría conglomerando todos los misterios existencia en todas las comunidades.

1. El primer don citado es la profecía: "Quien tiene el don de profecía debe ejercerlo de acuerdo con la fe" (12, 6b). Leyendo la Primera Carta a los corintios quedamos sabiendo que también las mujeres profetizaban en las comunidades fundadas por Pablo. ¿Qué es la profecía? No se trata de la previsión del futuro. Profecía, para Pablo, es la lucidez de leer el presente, discernir lo que es la "estructura de este mundo", incitando a la comunidad a caminar rumbo al futuro. No todos tienen el don de profecía, pero todos pueden prestar atención a aquello que los profetas dicen. La profecía fundamenta la ideología de la comunidad y le señala la utopía del Reino. Sin profetas la iglesia doméstica acaba amoldándose a las estructuras de este mundo.

2. En segundo lugar viene el servicio: "Si tiene el don del servicio, que lo ejerza sirviendo" (12, 7a). Tenemos la impresión de que en las comunidades de Roma el servicio corría el riesgo de ser un hermoso diploma colgado en la pared. Al decir "que lo ejerza sirviendo" Pablo estaría mostrando que el servicio es cosa práctica, y no sólo teoría. Sin la dimensión del servicio las comunidades se vuelve competitivas y acaban amoldándose a las estructuras de este mundo, donde el interés suplanta la gratuidad y el poder se vuelve dominación.

3. En tercer lugar encontramos la enseñanza: "Si tiene el don de la enseñanza, que enseñe" (12, 7b). La enseñanza prácticamente corresponde a la actual catequesis. Él se basaba fuertemente en la Biblia (Antiguo Testamento y anuncio oral de los primeros discípulos de Jesús). En el tiempo de Jesús existían doctores de la Ley. Eran los responsables de la interpretación de la Escritura y de su aplicación en la vida del pueblo. Pero Jesús criticó fuertemente la ideología de los doctores de la Ley, pues interpretaban la Palabra de Dios en vista de sus intereses y de los intereses de las élites. Sin una catequesis liberadora la comunidad se amolda a las estructuras de este mundo.

4. En cuarto lugar viene la exhortación: "Si tiene el don de la exhortación, que exhorte" (12, 8a). La exhortación estaba bien cerca de la enseñanza, siendo una consecuencia de ésta. La catequesis indicaba las direcciones de la comunidad. La exhortación era la manera de viabilizar, acompañar y estimular el camino, buscando establecer una línea de coherencia con la práctica de Jesús. Sin la exhortación la comunidad podía fácilmente amoldarse a las estructuras de este mundo.

5. En quinto lugar viene el compartir "si es de distribuir donaciones, hágalo con sencillez" (12, 8b). La expresión "distribuir donaciones" puede tener dos sentidos: se refiere a la asistencia social (opción por los pobres) y también se refiere a la distribución de los propios bienes (propiedades), como lo narran los Hechos de los Apóstoles. Los dos sentidos se encuentran presentes en ese don. Es importante notar que Pablo aconseja a las personas que tienen ese don para que lo ejerzan con sencillez, señal de que el compartir podía ser visto como medio de desear posiciones importantes en la comunidad o como medio de obtener reconocimientos. Sin el compartir las comunidades se amoldan a las estructuras de este mundo.

6. En sexto lugar encontramos la presidencia de la comunidad: "Si es de presidir la comunidad, hágalo con solicitud" (12, 8c). La expresión "presidir la comunidad" también puede tener dos sentidos: el primero es ejercer el cargo de líder. El segundo tiene connotación social. Las comunidades primitivas estaban compuestas, en su mayoría, por personas pobres. ¿Cuál sería la función de las personas de condición social alta? Proveer a las necesidades de los que nada poseían. En este caso, vuelve el tema del compartir los bienes entre todos. Y Pablo pide que eso se realice con solicitud. La presidencia que no toma en cuenta el servicio y el compartir fuerza a la comunidad a amoldarse a las estructuras de este mundo.

7. En séptimo lugar encontramos la práctica de la misericordia: "Si es el de ejercer la misericordia, hágalo con alegría" (12, 8d). La práctica de la misericordia está ligada al cuidado de los enfermos, pobres, ancianos y discapacitados de la comunidad. Es entregar el corazón a los que, por un motivo u otro, se sienten o se marginan de la sociedad. Pablo pide que esto se haga" con alegría", requisito indispensable tanto para quien se coloca al servicio cuanto para quien se beneficia con la práctica de la misericordia. Sin esto la comunidad estaría amoldándose a las estructuras de este mundo.
***
Acabamos de ver los "siete dones" de las comunidades de Roma. Mucha riqueza en la diversidad de sus miembros. Como ya dijimos, el número siete reúne todos los ministerios posibles en una comunidad. De esta manera es que las comunidades de Roma se diferencian de las "estructuras de este mundo" y van discerniendo cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que es agradable a Él, lo que es perfecto. La liturgia que Pablo aconseja a las comunidades es la del servicio a la vida.

Los desafíos de la diversidad (12, 3-5.9-21)
La diversidad de los dones sin duda es el gran tesoro de cualquier comunidad. No obstante, siempre existe el riesgo de hacer del don un fin en sí mismo. Pablo sabía sobre eso y conocía los conflictos que ese riesgo puede generar. Por eso, exactamente antes de presentar los "siete dones" ya coloca el principio que ilumina el ejercicio de los ministerios: "En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual” (12,3). Por detrás de este principio podemos intuir a cuáles resultados llega una comunidad cuando las personas hacen de los dones un fin en sí mismos, es decir, cuando se sirven de aquello que Dios les dio para su proyección. Pablo afirma que Dios concedió una "medida" a cada uno. ¿Cuál sería esa medida? En primer lugar, la conciencia de que el don viene de Dios: Él es quien lo concede gratuitamente. En segundo lugar, la conciencia del don de Dios para cada uno debe ser compartido gratuitamente entre todos, y no servir de ambición para las personas. En tercer lugar, la convicción de que "mi medida" se completa con la "medida del otro", formando la totalidad de los dones que Dios concede a la comunidad.

Luego, si es necesario hacer una auto-evaluación, no se hace comparándome con los demás, -para sentirme superior o inferior a ellos-, pero sí evaluándome según la medida que Dios me concedió (don) como miembro de la comunidad.

Para explicar este último aspecto Pablo utiliza la imagen del cuerpo, menos desarrollada aquí que en 1 Corintios 12. La comunidad es un cuerpo social, el cuerpo de Cristo: "Así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo los unos para los otros, miembros" (12, 4-5). Es interesante notar que la comunidad no solamente es el cuerpo de Cristo. Aún más, el otro es miembro de mi cuerpo, y yo soy miembro del cuerpo de Él.

Seguidamente (12,9-21) viene una serie de orientaciones, con el fin de que "el cuerpo social" se mantenga unido, saludable y sea un sacrificio vivo que agrade a Dios. La primera orientación se refiere al amor fraterno (12,9-10). Luego viene el ce/o, es decir, el esfuerzo para colocar en práctica el don recibido (12, 11); después, la alegría, la paciencia y la perseverancia (12, 12), la solidaridad y la hospitalidad (12, 13), el amor a los enemigos (12, 14), el compartir los sentimientos (12, 15) Y la armonía con todos (12, 16a). Es una especie de decálogo positivo que apunta hacia la construcción del "cuerpo social", la comunidad. Detrás de estas orientaciones positivas es posible percibir los riesgos que la diversidad podría provocar: cuando los dones se convierten en fin en sí mismos la comunidad deja de ser el cuerpo donde los miembros dependen unos de otros para poder vivir. Nuevamente volvemos a las estructuras de este mundo.

También existe una serie de orientaciones que comienzan con un "no" y presentan una alternativa que inicia con un "antes bien": Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez (12, 16b), no os complazcáis en vuestra propia sabiduría (12, 16c), sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres (12,17-18), no tomando la justicia por cuenta vuestra, dejad lugar que Dios haga su justicia (12, 19-20) Y no os dejéis vencer por el mal, antes bien, venced al mal con el bien (12,21). También en esta serie de orientaciones es posible intuir lo que sucede en una comunidad donde las personas compiten por cargos, esta tus o privilegios. Y algunos interrogantes insisten en permanecer: ¿La comunidad en qué se diferencia de las estructuras de este mundo? ¿Vale la pena vivir en una comunidad así? ¿Qué liturgia podemos en este caso celebrar?

Para continuar reflexionando

  1. Cristiano es alguien que no se conforma ni se amolda a las estructuras de este mundo. Comentar.
  2. Hoy, ¿cuál es el sacrificio vivo, santo y agradable a Dios? ¿Por qué?
  3. Hacer un inventario de los "siete dones" presentes            en la comunidad. Después, reflexionar: ¿cuál es la medida que usamos al evaluamos en nuestra vida?
  4. En la comunidad, ¿qué ayuda a los seres humanos a ser más personas? ¿Qué dificulta? ¿Qué es posible hacer para superar las dificultades?
  5. ¿Qué está ayudando a la comunidad para ser más auténtica?, ¿cuáles son las dificultades?, ¿qué proponemos para superar los conflictos?
  6. Los dones resaltan, por un lado, la riqueza de la comunidad; por otro, pueden suscitar celos y rivalidades. ¿Cómo actuamos en estas dificultades?

7
EL CRISTIANO
Y EL PODER POLÍTICO
(13,1-7)

Después de haber observado interiormente a las comunidades y descubrir en ellas una gran riqueza, Pablo aborda el difícil tema de las relaciones de las comunidades con el poder político (13, 1-7). Se trata de uno de los textos paulinos más espinosos. Leyéndolo, difícilmente las personas quedan imparciales. Algunas pueden, rápidamente, ver ahí una especie de "Teología del Estado", sacando después las más descabelladas conclusiones. Pablo aplaude a estas personas y aplaude los regímenes totalitarios y, en nombre de Dios, los bendice. Otras, más sensibles a los conceptos como la democracia y la ciudadanía, se resisten a creer que el Pablo asesinado por el imperio romano sea justamente el autor de ese texto. Estas últimas, sobre todo después de haber conocido un poco más al apóstol Pablo y haber estudiado algunos textos de él, relacionándolos con nuestros días, desearían que Romanos 13, 1-7 no formara parte de los textos del apóstol.

¿Cómo salir de este impase? Creo que ambas partes deberán ceder un poco. Al que le gustaría ver en Pablo alguien que, en nombre de Dios, legitime regímenes absolutistas, descubrirá su gran esfuerzo de iluminar un poco más sobre un tema tan difícil. Aquellos que les gustaría ver en Pablo a alguien tan o más democrático que nosotros, deberán reconocer y aplaudir el esfuerzo del apóstol y no someterse a los regímenes dictatoriales.

Para comprender bien este texto creemos que sea importante partir desde el Antiguo Testamento. Por eso examinaremos brevemente cómo la Biblia percibe el tema del poder, pues aunque no lo haga de manera explícita, Pablo en Romanos 13, 1-7 es deudor de una tradición que viene del Antiguo Testamento. Aun en esta línea, descubriremos que, algunas veces, el Antiguo Testamento presenta a la autoridad política como instrumento de Dios para la vida y también para el castigo. Eso también debe haber ejercido influencia en el pensamiento de Pablo.

Después de esto, en pocas palabras, intentaremos percibir la situación social del primer siglo en el contexto del imperio romano, con el fin de comprender cómo Pablo se orienta frente a esta situación delicada formada por los intentos de la independencia política de los pueblos dominados.

            Estas premisas nos permitirán entender mejor el texto de Romanos 13, 1-7 con vistas a una conciencia política más adecuada para nuestros días.
"Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que resisten se atraerán sobre sí mismos la condenación. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ella elogios, pues es un servidor de Dios para tu bien. Pero, si obras el " teme; pues no en vano lleva espada; pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el m. Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo sino también en conciencia. Por eso precisamente paga los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupado en ese oficio. Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien res. peto, respeto; a quien hallar, honor" (13, 1-7).
El poder pertenece exclusivamente a Dios
Es una característica del Antiguo Testamento. El pueblo de Dios siempre se orientó por este principio, y conoció tiempos en que eso generó fraternidad y participación (época de las tribus, antes de las monarquías); y también conoció períodos en que el poder concentrado en las manos de una sola persona creaba esclavitud, exilio y muerte (sobre todo en el tiempo de la monarquía).

Para el pueblo de la Biblia el poder pertenece exclusivamente a Dios. y, paradójicamente, Dios no usa ese poder o, si quisiéramos, lo usa de una manera radicalmente diferente de aquello que acostumbramos a ver en nuestra sociedad.

Son muchos los textos del Antiguo Testamento que hablan del poder como propiedad exclusiva de Dios. Comenzamos con el Salmo 62. Se trata de una oración individual de la confianza que encierra una profesión de fe: "Dios habló una vez, y dos veces yo escuché: "A Dios pertenece el poder, y a ti, Señor, pertenece el amor, porque tú pagas a cada uno conforme a sus obras" (vv 12-13). Además de presentar el fundamento y la fuente del poder, el Salmo lo une para siempre en el amor: poder=amar.

El libro de la Sabiduría convierte esto más claro. Haciéndose pasar por Salomón -considerado el rey de los sabios-, el autor se dirige a los gobernantes y les dice: "Pues recibisteis el poder del Señor y la soberanía del Altísimo; él investigará vuestras acciones y examinará vuestros proyectos. Porque siendo ministros de su reino, no juzgasteis rectamente, ni guardasteis la ley, ni actuasteis de acuerdo con la voluntad de Dios. Por eso, Él caerá sobre vosotros de un modo terrible y repentino, pues un juicio implacable aguarda a los grandes. Porque al más humilde se le perdona por piedad, pero los poderosos serán poderosamente examinados" (6, 3-6; también cf. 17,17; Dn 2,21).

Siendo el libro de la Sabiduría el hijo menor del Antiguo Testamento, él hace una crítica severa a los que detuvieran el poder a lo largo de la historia del pueblo de Dios: ellos no juzgarán con rectitud. Además, es bueno recordar la función de la autoridad política (rey) en Israel: defender al pueblo de las agresiones internacionales (políticas externas) y promover la armonía que viene de la justicia dentro del país (política interna). Los detectores del poder en el Antiguo Testamento no serán capaces de hacer eso.

El Nuevo Testamento sigue también el rastro del Antiguo. Basta recordar las palabras de Jesús en el diálogo con Pilatos. Ellas resumen todo lo que el Antiguo Testamento afirma respecto a ese tema: "No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de Dios" (Jn 19, 11).

Sintetizando ese item, entonces podemos afirmar: El poder pertenece exclusivamente a Dios. Éste, cuando lo delega, lo hace para que las personas investidas del poder lo ejerzan para la justicia y para la defensa de la vida del pueblo.

Este parece ser el principio que orienta el pensamiento de Pablo en Romanos 13, 1-7. Permaneciendo en el nivel del inicio -sin descender al contexto histórico-, percibimos que Pablo se orienta por un principio general bien conocido en todo el Antiguo Testamento. En el texto que nos interesa, vale la pena resaltar lo que él dice: "No hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas: De modo que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino" (13, 1b-2a).

La autoridad como instrumento de Dios
Otro tema importante del Antiguo Testamento presente, en línea de principio en Romanos 13, 1-7, es el de la autoridad en cuanto instrumento de Dios. Esto se encuentra sobre todo en dos profetas -Isaías y Jeremías- que vivieron tiempos y realidades políticas bien concretas.

a. Instrumento para el castigo. De acuerdo con Jeremías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, es "siervo de Dios" para conquistar los territorios de Judá, Edóm, Moab, Amón, Tiro y Sidón (fr 27). Jeremías en su tiempo no veía para el pueblo otra alternativa sino la de estar sometido al imperialismo de Nabucodonosor como la única forma para mantenerse vivo. Esto puede sonar muy extraño a nuestros oídos, pues parece una blasfemia afirmar que el opresor es un instrumento de Dios para el castigo del pueblo de la Alianza. Es el realismo político de Jeremías dentro de los límites estrechos de su época.

En esta misma dirección está Isaías 10, 5-6, que dice: "¡Ay, Asiria, bastón de mi ira, vara de mi furor puesta en sus manos! Contra gente impía voy a guiado, contra el pueblo de mi cólera voy a mandado a saquear saqueo y pillar pillaje y hacer que lo pateen como el lodo de las calles".

Son dos textos que hablan de la autoridad política (el imperialismo de Nabucodonosor) a medida que instrumento de Dios es para el castigo del pueblo de Dios.

b. Instrumento de liberación: Isaías va más allá. Ciro, para él, rey de los persas, también es llamado como "siervo de Yahvé". Una autoridad pagana, creadora del nuevo imperialismo, se vuelve instrumento de liberación del pueblo (Is 41, 1-7). Por eso Yahvé dice a Ciro: "Tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis deseos" (1s 44,28). Ciertamente este argumento no agradó al profeta Habacuc, que fue más valiente, desafiando al mismo Dios para dar una respuesta más convincente: ¿Cómo es que Dios puede hacer justicia enviando un imperialismo opresor más feroz que el primero? Dios le responde: "el justo vivirá por su fidelidad" (Ha 2, 4).Y ese ideal influenció fuertemente el pensamiento de Pablo al escribir a las comunidades de Roma (cf. Rm 1, 17).

Ciertamente Pablo fue influenciado por Jeremías e Isaías al escribir Romanos 13, 1-7. Si continuamos en la línea de principio, el texto de Romanos 13, 2b-4 adquiere nueva luz: "Quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que resisten se atraerán sobre sí mismos la condenación. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ella elogios, pues es un servidor de Dios para tu bien. Pero, si obras el mal, teme; pues no en vano lleva espada; pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mar”.

Está claro que Pablo está pensando en la autoridad como instrumento de Dios para el bien y para el castigo del mal cometido. Inclusive, hay una pregunta más: ¿Pablo estaría viendo el imperio romano como  "bastón de ira", "vara de furor" contra los cristianos, "gente impía", "pueblo de la cólera" de Dios, con el fin a  de saquear, robar y patear como si fuese el lodo de las            calles? Claro que no. Pablo no está aprobando el saqueo, el robo y la opresión impuesta por el imperialismo romano del primer siglo. Sencillamente está reflexionando sobre un principio, sobre la función de la autoridad de acuerdo con los profetas clásicos. Decir que él estaría, en nombre de Dios, aprobando y legitimando la opresión, sería contradecir todo lo que él escribió. Para él, "la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que aprisionan la verdad en la injusticia" (1, 18), y ciertamente eso tiene como foco de atención el imperialismo romano.

Breve visión de contexto
Cuando Pablo escribió a los romanos el emperador era Nerón (54-68), y por todo el imperio explotaban sublevaciones e insurrecciones contra el imperialismo que se imponía por la fuerza de las armas de las legiones romanas expandidas por todos los territorios dominados. Para cada pueblo dominado los romanos imponían las leyes de la guerra (palear con todos los gastos del conflicto), y una vez vencido, someterse a la ley de la victoria: entregar todo el territorio (suelo y subsuelo) al vencedor. Así fue como el imperio se convirtió en un gran latifundista estatal, reduciendo dos terceras partes de la población a la esclavitud.

Desde los tiempos de Jesús, en Palestina existían constantes tentativas de insurrección por parte de varios grupos revolucionarios: zelotes, sicarios, bandidos, etc. Y estos movimientos revolucionarios contagiaron a casi todo el imperio, inclusive los judíos que vivían fuera de Palestina.

Algunos años antes de Pablo haber escrito a los romanos, los judíos de Alejandría (Egipto) opusieron fuerte resistencia a las leyes del imperio romano y se negaron a obedecerlas. A raíz de esto, sus sinagogas fueron destruidas y sus bienes confiscados. Los judíos fueron privados de sus derechos de ciudadanos y se vieron obligados a vivir marginados, perseguidos y hasta murieron.

Durante estas insurrecciones, en el año 49, el emperador Claudio expulsó de Roma a todos los judíos (entre ellos Aquila y Prisca) como intento de mantener la "paz y la seguridad", esto es, el "orden social" (cuando se escribió la Carta a los romanos este decreto ya había desaparecido; por eso Prisca y Aquila se encontraban de nuevo en Roma). El motor principal que motivaba a la revolución de los dominados era el interrogante de los impuestos y de los tributos, cada vez más pesados y extorsionantes de la vida del pueblo. Es fácil entender por qué, algunos años más tarde, los cristianos de Roma fueron perseguidos y muchos de ellos muertos (año 64).

El lenguaje político de Romanos 13, 1-7
Rm 13,1-7 es un texto político. Basta leer atentamente el texto para descubrir su lenguaje político. Después se habla de las "autoridades constituidas" a las cuales es necesario "someterse" (13, 1). Sinónimo de autoridades constituidas son "los que gobiernan" (v.3). "Oponerse a la autoridad" es "desorden civil" (orden establecido) que acarrea "condenación". Se habla de "tener miedo" y del "elogio". El "elogio" corresponde a las cartas de agradecimiento que el Senado romano enviaba a las ciudades que se mantenían fieles a la ideología del imperio y, sobre todo, recaudaba diariamente los impuestos. El texto menciona la "espada" (13,4) símbolo del poder político que castiga a los revolucionarios; recuerda el "impuesto" directo y los "intereses" (impuesto indirecto), forma de sustentación del imperialismo (13,6-7).

Algunas indicaciones para leer Romanos 13, 1-7
No se puede leer ese texto como un texto que legitima lo arbitrario de los que detentan el poder. Es mejor entenderlo como una reflexión sobre el fundamento, la función y los límites de la autoridad. Por tanto, destacamos algunas pistas para leer políticamente ese texto:

1. Pablo está a la par de toda la ebullición social presente en el Imperio Romano. Parece que su preocupación en la carta sea la de evitar el mal mayor (lo que sucedió en la persecución de Nerón en el año 64). Por eso actúa con prudencia. Él no aconseja a los cristianos a la venganza, está consciente de las consecuencias que eso ocasiona. En otras palabras, siente que es inminente un enfrentamiento, y lo quiere evitar.

2. El texto de Romanos 13, 1-7 no puede ser leído como un elogio de la autoridad o como una legitimación del poder absolutista. Al contrario, lo que allí encontramos es un principio sobre la función de la autoridad a la luz de toda la reflexión del Antiguo Testamento: el poder pertenece a Dios, y él lo delega para que las personas lo utilicen en pro de la justicia.

3. No se puede disociar este texto del contexto más amplio de la Carta a los romanos, en la cual se afirma que el Imperio Romano, por medio de la injusticia, "aprisiona la verdad" (1,18). Y sobre esto recae la "ira de Dios" (1, 18). En vez de sugerir que se haga justicia con las propias manos, Pablo aconseja dejar "actuar la ira de Dios" (12, 19), pues Dios es quien los va a retribuir.

4. En vez de leer pasivamente este texto, hay que tener presente lo que Pablo dijo antes: "No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente..." (12,2).

5. Tener presente que no existía para el pueblo de aquel tiempo una alternativa referente al sistema de gobierno. La conciencia de que el pueblo es responsable por los destinos de una nación no hace parte de los regímenes totalitarios ni de los imperialismos. En otras palabras, ciudadanía y democracia no constan en las previsiones de los imperios. Para el imperialismo, uno manda y todos acatan las órdenes. Hoy para nosotros el acceso al poder se da por medio del voto, que es la delegación que el ciudadano entrega al candidato para que ejerza el poder en vista del bien del pueblo. Pablo no tenía esa posibilidad. Nosotros la tenemos.

6. En este texto, Pablo muestra el ideal de la autoridad: ser diácono de Dios para el bien del pueblo (13, 3.6). Y también muestra lo que es la ciudadanía: hacer el bien, no el mal, es decir, empeñarse positivamente en la construcción de una sociedad justa.

7. Pablo no discute el tema de los impuestos y de los intereses. Sencillamente manda pagar para evitar un mal mayor. Esto vale para un contexto del imperialismo. En una sociedad democrática, el ciudadano que paga impuesto tiene el derecho de saber lo que es hecho con el impuesto y cómo eso se convierte en beneficio del pueblo (cf. Mt 17, 24-27; 22, 15-22; Me 12,13-17; Le 20, 20-26).

8. Pablo manda dar a cada uno lo que se le debe. En otras palabras, muestra lo que significa ser ciudadano: "Dad a cada cual lo que se le debe, a quien respeto, respeto; a quien honor, honor" (13, 7). Para Pablo todos tienen la deuda del amor mutuo (13,8), y ese es el principio fundamental de las relaciones entre las personas en la convivencia social. Pero existe un detalle más importante: en los escritos de Pablo, con excepción de 1 Timoteo 1, 17 y 6, 16 (1Tm es una carta atribuida a Pablo pero probablemente no fue escrita por él), el honor, (timé, en griego) está siempre atribuido a las personas, y puede ser traducido como respeto, estima, consideración. Pero el temor (fobos, en griego) es algo que se atribuye exclusivamente a Dios y a Jesús (cf. Rm 3, 18; 8, 15; 2Co 5, 11; 7, 1; Ef5, 21). De modo que podemos concluir: para Pablo, se debe respeto a las autoridades. Pero es solamente a Dios que debemos temer. Y ese es un principio que vale no sólo para el ciudadano común, pero también para las autoridades (cf. Sb 6,3-6).

Por consiguiente en 13, 7 tenemos una sutil advertencia: Igualmente, en medio de la opresión y de la explotación feroces del imperialismo romano, es posible resistir dentro de los límites del espacio y del tiempo: no doblegarse frente al opresor, pues solamente a Dios es a quien se debe temer. Para usar las mismas palabras de 12, 2, no os acomodéis al mundo presente.

9. Pablo no habla en 13, 1-7 de la obediencia, pero sí de la sumisión. Para nosotros, la sumisión parece ser más fuerte que la obediencia. Para Pablo es lo contrario: la obediencia es más fuerte que la sumisión. En efecto, en Romanos 6, 15-17 se habla de la obediencia a Cristo y, en el texto que estamos profundizando, habla de la sumisión a las autoridades constituidas. Analizando las dos palabras griegas, se tiene la impresión de que la obediencia a Cristo es más fuerte que la sumisión a las autoridades constituidas en 13, 1. Además de eso, la sumisión a las autoridades constituidas se da "no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia" (13, 5): Es una comprobación más de que existe una obediencia mayor que debe ser acogida igualmente en medio de la situación del silencio impuesto por el imperio. La expresión "por motivo de conciencia" también se encuentra en 1 Corintios 10, 27, cuando Pablo enfrenta el tema de las carnes sacrificadas a los ídolos con el fin de no escandalizar al "hermano débil", haciéndolo perder la fe, ni por eso deja de ser libre. Su libertad no está disminuida si esa persona se abstiene de algo. Eso demuestra que, para Pablo, libertad es también una disposición interior. Por eso podemos afirmar que, en sus escritos, la obediencia es más fuerte que la sumisión "por motivo de conciencia". Y los cristianos deben obediencia solamente a Cristo.

Algunos interrogantes permanecen firmes
Es imposible querer que Pablo, dentro de los límites del tiempo y del espacio en que se encontraba, tuviese una postura semejante a la de un militante político de hoy. La distancia que nos separa de él es muy grande. Siendo así, aún quedan unos interrogantes:

1. Pablo tuvo valentía de tocar un tema espinoso y polémico, avanzando un poco y dejando la reflexión abierta para otras contribuciones posteriores. Estaba limitado entre el pasado y el futuro. Mirando hacia el pasado, retorna la contribución más importante que el Antiguo Testamento ofrecía de la función de la autoridad. Aún más, si miramos hacia adelante y comparamos Romanos 13, 1-7 con otros textos del Nuevo Testamento surgidos después, nos damos cuenta que él no tuvo la conciencia política que tendrá, 40 años después, el autor del Apocalipsis. En efecto, éste prevé que en la Nueva Jerusalén no habrá más mediaciones (políticas, religiosas, económicas, etc).

2. Pablo no tiene en cuenta -como hacen los estudios bíblicos actuales- otros modos de ver la autoridad política. De hecho, los estudios recientes muestran que siempre existió en el Antiguo Testamento un fuerte movimiento antimonárquico unido a la actuación política de los profetas. Ese movimiento culpabiliza a la autoridad política por la desgracia del pueblo. Hablando positivamente, ese movimiento prevé una participación popular consistente y democrática en las decisiones que tocan a la vida de un pueblo o nación. Pablo ignora todo eso. Hoy, nosotros tenemos otros instrumentos para que la reflexión sobre la fe política pueda avanzar.

3. En este sentido, podemos criticar la afirmación de que la autoridad es siempre instrumento de Dios, como fue enseñado a las personas de más edad. Ya en el Antiguo Testamento, sobre todo en los libros sapienciales, este tema emergía con fuerza (cf. Sb 6, 3-6; Si 17, 1).

4. Permanece firme el principio fundamental del Antiguo Testamento que se refiere al poder. El poder pertenece a Dios, pero Él no lo ejerce. Prefiere delegarla. Más, ¿a quién lo delega Dios? Pablo pensaba que era a las autoridades constituidas. Verdad. Pero, debemos preguntar, ¿instituidas por quién? Aquí entra el concepto democracia (poder del pueblo al servicio del pueblo): Dios delega su poder al pueblo que, en el orden social actual, elige por medio del voto a sus representantes. Éstos deben ser servidores del pueblo en sus necesidades fundamentales.

Para continuar reflexionando

  1. ¿Cuál debe ser la posición del cristiano hoy en relación a la política? ¿Por qué?
  2. El poder pertenece exclusivamente a Dios ¿Qué pensamos de esta afirmación?
  3. ¿Cuál es la mejor forma de gobierno? ¿Por qué?
  4. Todo lo que compramos viene taxado con impuesto. ¿Adónde se van los recursos que el gobierno recauda por medio de los impuestos y los intereses? ¿Los ciudadanos qué deben hacer frente a eso?
  5.  ¿La autoridad política representa la voluntad de Dios? ¿Por qué?


8
UNA ÚNICA DEUDA: EL AMOR
(13,8-15, 13)

Amar es cumplir la Ley (13, 8-10)
Después de mirar hacia las relaciones dentro y fuera de las comunidades, Pablo exhorta a la búsqueda de lo fundamental para que todo tipo de relación pueda generar vida: el amor. El amor es la raíz de todo lo que debe ser hecho y el modo por el cual todo debe ser realizado. Pablo sintetiza eso con una frase lapidaria: "Con nadie tengas otra deuda que la del mutuo amor" (13, 8a). Frente a esto las personas se preguntan: ¿esta deuda que contrajimos con nuestro prójimo es pagable o impagable? ¿Tenemos crédito o débito? La respuesta a esa pregunta queda más clara a la luz del tema central de la Carta a los romanos. Y el tema central es: toda la humanidad tenía, con relación a Dios, una deuda que jamás se podría saldar, pues el ser humano no reunía condiciones para salvarse o justificarse por la fuerza misma o en función de sus méritos. Frente a eso, Dios interviene con la gran novedad: él perdona a la humanidad entera, salvándola en Cristo Jesús, muerto y resucitado. Para la humanidad no sobra sino un gesto capaz de responder a ese amor inesperado y extraordinario, es decir, creer en Jesús e intentar responder, con la misma intensidad, al amor que Él manifestó.

Pablo sabe de esto y muestra en qué consiste amar a Dios y a su Hijo Jesús: "Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (13, 8b-9). Nótese que, en todo este fragmento no se menciona a Dios. Se tiene la impresión de que esté faltando algo, pero no está porque no existen muchas formas de amar a Dios; además, existe una sola, que es amando al prójimo, a cada persona, de la manera que ella sea, pues sabemos que nadie elige al prójimo para amarlo. Sencillamente él se presenta como don de Dios y también como desafió hacia nuestra capacidad de amar. En este sentido, todos somos deudores de una deuda impagable, a no ser que seamos capaces de gestos gratuitos como los de Jesús, que se entregó totalmente por amor.

Preparados para un nuevo día (13, 11-14)
El amor, además de ser la plenitud de la Ley, libera a las personas y las capacita para caminar con nueva visión del mundo y de las cosas. Esto porque el amor genera las relaciones de vida por donde pasa. La carta se proyecta hacia el futuro de las comunidades que elegirán el amor como eje de sus relaciones. El amor se reviste de luz, haciéndolas abandonar las obras de las tinieblas.

Estos versículos insisten en la metáfora del cambio de vestido. Ahora bien, muchas veces en la Biblia el vestido representa la identidad de las personas. Luego, el amor da nueva identidad a cada persona y a cada comunidad.

El amor no practica el mal contra el prójimo (14, 1-23)
A semejanza de la comunidad de Corinto, existía también en Roma conflicto entre fuertes y débiles. Pablo dedica todo el capítulo 14 a este asunto. La sociedad de aquel tiempo estaba saturada de dioses e ídolos, con sus templos y sacrificios. Como sucedía en Corinto, en Roma también mucha carne que se vendía en las carnicerías era procedente de los templos, donde había sido ofrecida a los ídolos. Para los fuertes -los de conciencia clara- los dioses no existen y, por consiguiente, no hay nada de errado en comprar aquella carne o en participar de los banquetes ofrecidos en honor a los ídolos. Para los débiles -es decir, para las personas llenas de escrúpulos y con fe poco clara- comer de estas carnes y participar de esos banquetes sería "acomodarse al mundo presente" (cf. 12, 2a). ¿Qué hacer frente a esto? Para los fuertes, todo era permitido. Los débiles, a su vez, se abstenían de todo, a punto de convertirse en vegetarianos.

Además de esto, existía conflicto por causa de los calendarios y las fechas especiales. Es probable que algunos miembros de origen judío todavía estuviesen unidos a ciertas fechas propias del calendario judío. Pablo intenta iluminar esos conflictos, mostrando que es necesario estar unidos en lo esencial y tolerantes en lo accidental:
"Este da preferencia a un día sobre otro; aquel los considera todos iguales. ¡Aténganse cada cual a sus convicciones! El que se preocupa por los días, lo hace por el Señor; el que come, lo hace por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, lo hace por el Señor, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos, ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo l1utrió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (14, 5-9).
Pablo quiere ayudar a las comunidades. Lo importante para él es que ambas partes crean en Dios y, cuando están a la mesa, todos dan gracias a Dios por el alimento, ya sean vegetarianos, ya no sean. Si ambas partes creen en el mismo Dios y lo glorifican, es señal de que los motivos que dividen no son más fuertes que la razón unificadora de la comunidad. Frente a esto, Pablo toma una decisión: cada cual quédese con la convicción (14, Sb), pues el asunto de lo puro y lo impuro no existen más. Lo importante en todo esto es la capacidad de las personas para que se acojan unas a las otras, sepan unirse en lo importante y respetarse en la diversidad.

La motivación para actuar así es que los cristianos no se pertenecen a sí mismos pero, en cualquier situación de la vida, pertenecen siempre y totalmente al Señor Jesús (14, 7-8). La dimensión de la totalidad de nuestra vida está expresada en el texto por las polaridades vivir-morir. Es probable que la expresión "ya vivamos, ya muramos" sea una expresión idiomática. Traducida en otros términos sería así: "cualquier cosa que hagamos" (independientemente de abstenemos o no de las carnes ofrecidas a los ídolos y también de los calendarios especiales), tengamos conciencia de que pertenecemos al Señor. ¿Y por qué somos de Él? "Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de vivos y de muertos" (14, 9). Nuestra vida, por consiguiente, está en las manos de Dios de forma tan profunda que no siempre comprendemos plenamente. Lo mismo se puede decir del amor total que Él tiene por nosotros.

Después de haber colocado el principio fundamental al respecto de las cosas secundarias ("cada cual que se atenga a sus convicciones"), Pablo ordena que cesen los juicios de ambas partes, pero sobre todo el desprecio de los fuertes respecto a los más débiles. La preocupación fundamental es no ser motivo de escándalo para con el hermano, tema bastante desarrollado en la primera Carta a los corintios (8-10).Y adiciona un principio personal, conquista de quien en el pasado fuera fariseo:" Nada es impuro por sí mismo" (14, 14a). Nótese que, como fariseo, Pablo debía minuciosa y permanentemente distinguir entre puro e impuro, entre sagrado y profano.

El amor no practica el mal contra el prójimo. Ese principio, expuesto en 14, l0a, ahora vuelve como conclusión del conflicto entre los fuertes y débiles en las comunidades romanas:
"Si por un alimento tu hermano se entristece, tú no procedes ya según la caridad. ¡Que por tu comida no destruyas a aquel por quien murió Cristo! Por tanto, no expongáis a la maledicencia vuestro privilegio. Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Pues quien así sirve a Cristo, se hace grato a Dios y aprobado por los hombres. Procuremos, por tanto, lo que fomenta la paz y la mutua edificación. No vayas a destruir la obra de Dios por un alimento. Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo. Lo bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída o tropiezo. Cada cual se atenga, delante de Dios a sus convicciones. ¡Dichoso aquel que no se juzga culpable a sí mismo al decidirse! Pero el que come dudando, se condena, porque no obra conforme a una convicción; pues todo lo que no procede de una convicción es pecado" (14, 15-23).
Este largo fragmento que encierra el conflicto entre fuertes y débiles resalta varias cosas. En primer lugar, el amor debe ser la base de toda relación. En segundo lugar, muchas veces se corre el peligro de perder de vista el objetivo principal (el Reino de Dios) al divagar en discusiones sin fin sobre las cosas secundarias. En tercer lugar, en una comunidad no es posible pensar solamente en sí mismo; al contrario, se debe buscar el bien común. En cuarto lugar, Pablo proclama un nuevo código de pureza: todas las cosas son puras; esta convicción él la adquirió después de pesados años de enfrentamiento entre el propio pasado como fariseo y el contacto con el mundo no judío. Cuadro de texto: En quinto lugar, el escándalo provoca daños irreparables en una comunidad. En sexto lugar, la conciencia de cada persona es un espacio sagrado que el mismo Dios respeta. No obstante, en una comunidad no hay necesidad de alardear siempre las mismas convicciones. Muchas veces es prudente guardadas. Finalmente, el pecado es todo lo que no proviene de una convicción.

Amar es servir y acoger (15, 1-3)
A ejemplo de Cristo, los cristianos fuertes están invitados a soportar las flaquezas de los débiles, sin buscar el propio interés. La vida entera de Jesús fue un servicio a los otros. Él se convirtió, de esta manera, parámetro para los que pretenden seguido, viviendo en una sociedad desigual que privilegia los fuertes en perjuicio de los débiles.

Pablo revela el primer deseo que encierra esta parte: "El Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, siguiendo a Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (15, 5-6).

La meta de una comunidad es la de buscar los mismos sentimientos. Ahora, sabemos que el sentimiento es algo tan personal y exclusivo de una persona. ¿Cómo Pablo puede pedir a las comunidades romanas que tengan los mismos sentimientos? La duda desaparece cuando asociamos a este deseo la expresión "a ejemplo de Jesucristo". En ese caso, sentimiento significa opción de vida. Pablo pide que Dios conceda a los cristianos de Roma tener las mismas opciones de vida que existían en Jesucristo (cf. Flp 2,5) ¿Y cuáles serían esas opciones? Nada más y nada menos que el amor que sirve, a semejanza de lo que Jesús hizo en toda su vida.

Cristo Jesús se vuelve también parámetro en la acogida. Sabemos que los miembros de las comunidades romanas eran de orígenes, razas y culturas diferentes.

Jesús no discriminó a ninguno de ellos, "se puso al servicio de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para dar cumplimiento a las promesas hechas a los patriarcas" (15, 8). Pero también se volvió servidor de las naciones paganas, hasta el punto de que éstas glorificaran a Dios por su misericordia (15,9). Si Jesús acogió a todos, ¿por qué no hará también lo mismo por los cristianos? Pablo recuerda que la Biblia está llena de fragmentos que apuntan hacia ese camino (Sal 18, 50; 117, 1; Dt 32,43; Is 11, l0).Y expresa el segundo deseo, enmarcado en la tercera parte de la carta "El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en la fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (15,13).

Para continuar reflexionando

  1. En asuntos de amor somos todos deudores unos de         otros. ¿Por qué?
  2. En una comunidad es necesario estar unidos en lo primordial. En lo secundario, ser y dejar ser libres. Comentar.
  3. La conciencia es un espacio sagrado que el mismo            Dios respeta. ¿Y nosotros?
  4. ¿Por qué el cristiano está llamado a servir? ¿Qué significa esto dentro de una sociedad competitiva como la nuestra?
  5. ¿Cuáles son los "mismos sentimientos" que los miembros de una comunidad son llamados a tener? Nuestras comunidades son bastante heterogéneas. ¿Esto es un factor de riqueza o de conflictos?
Conclusión


MINISTERIO DE PABLO, PROYECTOS, SALUDOS, RECOMENDACIONES Y DOXOLOGÍA
(15,14-16,27)

Ministerio de Pablo (15, 14-21)
Cuadro de texto: Pablo fue audaz al escribir la más larga de sus cartas precisamente a la comunidad que no fundó. Reconoce que las iglesias domésticas de Roma tienen fuerza suficiente para superar los conflictos que los rodeaba. Aún más, escribió en parte para que se acordaran de su ministerio: "Soy un ministro de Jesucristo entre los paganos, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo" (15, 16). Esta &ase tiene varios elementos que recuerdan la función de los sacerdotes del Antiguo Testamento. Ciertamente Pablo no es sacerdote a la manera de ellos, ni a la manera de los sacerdotes de hoy. Pero no por eso deja de considerarse sacerdote. En primer lugar, él afirma ejercer una "función sagrada", que es el anuncio del Evangelio, para que los paganos se conviertan en "ofrenda aceptada y santificada" por el Espíritu Santo.

Pablo fue esencialmente un evangelizador, un agente de pastoral. Él considera eso un sacerdocio que le fue conferido por el mismo Jesucristo que, de acuerdo con lo que fue dicho anteriormente, se convirtió en servidor de los judíos y de los paganos. Pablo también se convirtió en servidor, sobre todo de los paganos. Pero no hace de eso motivo de orgullo, pues el servidor no tiene de qué sentirse orgulloso. Sencillamente él sirve.

Estrategia pastoral de Pablo en su "sacerdocio" era actuar en los grandes centros urbanos, creando allí un pequeño núcleo cristiano. Pablo fue el hombre de las grandes ciudades, con sus problemas y esperanzas. El pequeño núcleo de la gran ciudad, creciendo como fermento en la masa, se encargaría de seguir creando otros núcleos, primero en la misma ciudad y, después, en las ciudades más cercanas. Es por eso que Pablo afirma: "Desde Jemsalén y su comarca hasta ¡liria he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; teniendo así, como punto de honra, no anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros" (15, 19b-20).

Planes de viaje (15, 22-33)
Pablo fue un evangelizador itinerante, un pionero del Evangelio. Jamás quiso sembrar en terreno preparado por otra persona. Y siempre confió en la capacidad que las comunidades tienen de crecer y de crear otros núcleos de evangelización. Por eso sueña ir a España pasando por Roma:
"Pero ahora, no teniendo ya campo de acci6n en estas regiones y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros, cuando me dirija a España, espero veros al pasar, y ser encaminado por vosotros hada allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía" (15,23-24).
De esta forma Pablo preparó el terreno para el viaje a España. No sabemos si logró realizado. Los Hechos de los Apóstoles terminan la narración de los acontecimientos cuando Pablo llega a Roma. Las cartas llamadas "pastorales" (1-2 Tm, TI) dan a entender que, después de haber salido de la cárcel en Roma, Pablo regresó a Asia para visitar a las comunidades, dejando en ellas personas encargadas. El hecho es que Pablo viajó, anunció y escribió, pero lo que sabemos es a partir de los textos bíblicos.

Como vimos, al escribir la Carta a los romanos Pablo está en Corinto, listo para volver a Jerusalén con la colecta recogida por los judíos de aquella ciudad, que pasaban por una gran crisis económica. Él da una justificación de las colectas de las comunidades de Macedonia y de Acaya, que está compuesta por la mayoría de paganos: "Les pareció bien, porque era su obligación; pues si los gentiles han compartido sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes temporales" (15,27). Comunión y solidaridad son la marca de las comunidades fundadas por Pablo.

Pablo teme que su gesto no sea bien acogido por la comunidad de Jerusalén. Esto revela un dato interesante: no siempre en las primeras comunidades cristianas existía paz y fraternidad. Por lo que muestran los Hechos de los Apóstoles (capítulo 21), la llegada de Pablo a Jerusalén con la colecta fue marcada por tensiones y desconfianzas dentro y fuera de la comunidad. Resultado de esto fue la prisión de Pablo. Estando todavía en Corinto él presiente esa situación tensa, pidiendo que los romanos sean solidarios con él en la oración: "Para que me vea libre de los incrédulos de Judea, y el socorro que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos" (15, 31). Percibimos claramente dos focos de tensión: uno que viene de afuera (la comunidad cristiana de Jerusalén). Pablo no tiene seguridad de nada. Sencillamente quiere, después de esa misión, visitar las comunidades de Roma con alegría y para descansar un poco (15, 32) Algún tiempo después llegó a Roma como prisionero (Hechos de los Apóstoles 28, 14).

Últimos saludos (16, 1-24)
Pablo saluda a las personas conocidas (cf. introducción). Mezclado con los saludos hay una advertencia inesperada, típica del género literario "carta", que no acostumbra a separar meticulosamente los temas. La advertencia se refiere a los que "provocan divisiones y obstáculos" contra la doctrina que los romanos aprendieron (16,17). Pablo pinta con colores vivos esas personas, y las desenmascara: están al servicio del propio estómago, engañan a las personas, son el mismo Satanás (16, 18-20).

En la ocasión en que dictó la carta a Tércio, Pablo se hospeda en casa de Galio y está acompañado de Timote o, Lucio, Jasón y Sosípatro. Además de estas personas, Erasto y Cuarto mandan saludos a los romanos (16, 21-23).

Himno de alabanza (16, 23-27)
La carta termina con un solemne himno de alabanza a Dios. El motivo de esta alabanza es la capacidad que Dios tiene de conservar firmes los fieles de las comunidades romanas. Pablo adjunta a esa alabanza la revelación del misterio, es decir, el Evangelio de Jesucristo que él proclama. Anunciado por los profetas, ese misterio-evangelio es llevado a los paganos, con el fin de que acepten a Jesucristo y respondan a Él con la fe. La carta, de esa manera, termina con un himno que celebra el gran tema ya anunciado en 1, 16-17.

Esa es la sabiduría de Dios. Sabiduría insuperable. Él, el único sabio, merece para siempre toda la gloria por medio de Jesucristo.